Empieza el verano y la ciudad, poco a poco, cambia su ritmo. A partir de mañana mismo el tráfico fluirá más, y comenzarán los problemas para muchos padres: La dificultad de compatibilizar el trabajo con las vacaciones de los hijos. Más de un amigo tengo que ha buscado un centro en el que sus hijos realizarán actividades educativas y lúdicas con servicio de comedor, y los precios me producen vértigo en estos tiempos de crisis. Y a mis amigos indignación.
La ciudad se hará más insoportable durante el día debido al calor de julio. Un mes en el que el sopor, la calina espesa que rebota en el asfalto nos derrite mientras aguardamos el autobús a la salida del trabajo. Peor lo tendrán los trabajadores de la construcción, los jardineros, los barrenderos. Mejor, en cambio, los sufridos conductores de los autobuses urbanos, debido a la bajada en los flujos de tráfico, aunque tendrán que soportar el malhumor del viajero, sobre todo si va en un bus atestado de congéneres.
La ciudad será más llevadera durante la noche, cuando sentado en una terraza, en el banco de cualquier parque, la charla con los amigos se amenice de tal forma que uno no encuentre las fuerzas para mirar el reloj y decidir que ya es hora de irse a la cama.
A veces he paseado a altas horas de la noche veraniega y el silencio de antaño ahora se tiñe del ruido de las máquinas del aire acondicionado. Parece que nada es ya lo que fue.
La ciudad recibirá los festivales nocturnos y, como siempre, pasarán desapercibidos para la gente de los barrios. Para ellos, también como siempre, se organizan las fiestas de barrio, cada vez más decadentes, cada vez más vacías de contenido, cada vez, salvo excepciones, con claros síntomas de agotamiento. El malhumor en alcaldía exigirá una llamada que otra a los presidentes de las asociaciones de vecinos por no ser imparciales a la hora de seleccionar a quien pregone las fiestas. Claro que la imparcialidad de alcaldía se mide del modo siguiente: Si las asociaciones de vecinos eligen concejales del PP o personas de reconocida militancia de dicho partido. Curioso lo de los pregones. A veces, sólo ves en ellos a la junta directiva de algunas asociaciones y a algunos concejales.
La ciudad se llenará de frescas noches de flamenco y, como siempre, salvo excepciones honrosísimas, la música pasará de largo por los barrios, al igual que el teatro, salvo el rock del Zaidín si es que este año no vuelve a encontrar, -la encontrará-, una nueva china por parte de alcaldía.
En los barrios, la noche pasa por una terraza con cerveza fría. Si se elige bien el sitio, los niños y niñas se olvidarán de los coches y del sueño, incluso de sus padres, aunque no dejen de sentir su presencia, -algún padre asfixiante, alguna madre insoportable-. La noche pasa por matrimonios de personas mayores cogidos del brazo, por viudas sentadas en aquella plaza atentas ellas mismas, al comentario de alguna de ellas, la misma que siempre saca de quicio a la más quisquillosa.
La juventud no vivirá ni la noche de los festivales ni la de las fiestas de los barrios. Sin espacio, habitarán en los no lugares de la ciudad, arrinconados para que beban solos en absoluta endogamia. Así fue siempre, dirá alguien. Amén.
Espero que pronto llegue el otoño; a esta ciudad le va mucho mejor.
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