jueves, 28 de junio de 2012

El Albayzín en su laberinto


Como en la novela de García Márquez la desesperanza, la enfermedad y la muerte inevitablemente superan al amor, la salud y la vida. Así es como deben sentirse los vecinos del barrio cada vez que acuden a la Junta Municipal de Distrito presidida por el PP para denunciar la situación en la que viven.
La peatonalización de la Carrera del Darro, que debería ser una medida aplaudida por el conjunto de los residentes, y de los granadinos, ha terminado por indignar a todo el mundo. Una indignación por suprimir el transporte público y aislar a los residentes, así como por la falta de rectificación y el desdén con el que se les trata por parte de los responsables municipales. Hay cosas que no se entienden y que no debemos consentir:
1.    Todavía no está redactado el plan de movilidad para el conjunto de la ciudad. Incluso hace dos días, la concejala del ramo, se reunía con vecinos de Albayda para recibir sugerencias para su distrito. ¿Por qué no se hizo esto en el Albayzín? Está claro que el PP pensaba ganar las elecciones andaluzas y poder acometer el túnel a la Alhambra y la Ronda Este, lo cual supondría la destrucción del Valle del Darro tal y como hoy conocemos dicho entorno. Por eso se toma esta medida sin tener en cuenta que el plan de movilidad está en fase de consulta y de alegaciones. ¿El Albayzín está en otra ciudad?, ¿no son sus vecinos ciudadanos de Granada?
2.    En un centro histórico con la singularidad del Albayzín, la influencia en el patrimonio y en la pervivencia del barrio de la movilidad sostenible es sencillamente prioritario. Tan importante como la piedra de los edificios es la gente que protege y cuida sus casas. La ausencia de dicha movilidad implica la muerte del barrio. Entonces no habrá ni turistas ni administración capaz de rehabilitar edificios, recuperar plazas, miradores, etc. Sin la gente del barrio es imposible la conservación del barrio. Ante el número tan elevado de personas mayores quién querrá venir al barrio a vivir si su ayuntamiento es un problema para llevar una vida cotidiana digna.
Hay más razones que no justifican la supresión del transporte público por el Albayzín. Pero quiero también referirme brevemente a la actitud del PP en la Junta de Distrito. 
Los vecinos acuden masivamente a los plenos del barrio. Se quejan, exponen razones y soluciones. El presidente de la Junta de Distrito, el concejal Fuentes, calla y escucha. Pero no contesta, no aporta soluciones. Simplemente soporta las críticas al alcalde y a la concejala de movilidad.
Lo que ocurre es que el Sr. Fuentes no es un concejal más en el Ayuntamiento. Es una de las personas con mayores responsabilidades en la gestión municipal. Es una de las manos derechas del alcalde y tiene peso suficiente como para influir en la decisión de la concejala de movilidad, la Sra. Telesfora Ruiz y, sobre todo, para que el alcalde rectifique y esta situación sea radicalmente distinta.
No es el Sr. Fuentes un mandado que aguanta estoicamente la indignación de los vecinos pero no puede hacer nada. No, es uno de los concejales con mayor influencia en el Ayuntamiento de Granada.
Lo que ocurre es que el PP sabe que ha metido la pata y, ahora, creen que es peor rectificar y escuchar a los vecinos. El famoso sostenella y no enmendalla aderezado, en este caso, con una gran dosis de cinismo.

miércoles, 13 de junio de 2012

Houellebecq

Hay veces en que a mí, no sé si alguien más le pasa aunque seguro que sí porque la cultura tiende también a homegeneizar incluso los voluntos (palabro no recogido por la RAE), pero el caso es que hay lecturas que a uno le animan a escribir. A mí me sucedió en la juventud con José Saramago y comencé a emularle. Dejé de leerlo cuando leí gran parte de sus novelas y, sin pretenderlo, abandoné esa forma de escribir. Práctica y repetición a la busca de un estilo propio, que es lo que correspondía a alguien que quería ser escritor. Con esa intención comenzó la mitad de este blog. Pero las intenciones, en ocasiones, toman otros derroteros. 
Houllebecq, decía después de todo este rodeo, me invita a escribir sin un plan concertado. No es un escritor que me deslumbre. Sólo lo consiguen ya los clásicos, algunos poetas o quienes escriben con la intención de hacer obras totales (esta o aquella epopeya rusa, este o aquel cuento latinoamericano con Rulfo a la cabeza o el increíble Monterroso). No, Houllebecq no me deslumbra. Sólo escribe, por boca de sus personajes, lo que lo políticamente correcto frustra. En la literatura actual hay tanto de corrección, de deseos de alcanzar la fama que, hasta los nuevos que prometen con la guerra civil y demás sesudeces, al final se aficionan a las radios nacionales y pretenden dignificar la crónica política con una ética intachable que no deja de ser pura corrección.
No sé si Houllebecq habla o es de esos escritores cuyos personajes cobran vida propia. En cualquier caso, da igual. En Plataforma, por ejemplo, Michel el protagonista detesta a los islamistas radicales y adora turistear (tampoco existe para la RAE) por Asia en busca de otros coños. Al final se enamora de una turista paisana que vive el sexo con libertad y, Michel, puede cerrar los ojos después de correrse y sentir y expresr su humanidad sin saberlo siquiera.
Houllebecq, a falta de una literatura que quiera descubrir, transformar, enriquecer, muestra un mundo en clara decadencia, igual que algunos literatos centroeuropeos que vivieron una o las dos guerras mundiales del XX. Decadencia del mundo occidental que, toda vez que fue luz del mundo, para qué más. ¿Para qué escribir?, ¿para qué vivir en este aparene orden si todo se derrumba, si todo es líquido y se evapora? Sin otra salida que el hedonismo a la busca de un mundo auténtico, no es casualidad que dedique uno de esos libros, Las partículas elementales, a aquellos revolucionarios del 68 que, en lugar de gobernar el mundo como otros hicieron, se refugiaron en el budismo o alguna otra práctica espiritual a través de un sincretismo muy a la europea. Personajes que, aún hoy, tienen el pelo largo, pendientes en las orejas y diademas de flores.
Yo soy un romántico, a qué negarlo. Así que no quiero escribir como Houllebecq, pero a qué negar también lo que tiene que liberar que tus personajes vivan lo que la cultura, el poder, la economía, la familia, la amistad, el amor, reprime. Luego está el oficio, la maestría, las musas que, en lo literario, como le ocurrió a Serrat, andarán de vacaciones. Pero ese es otro cantar. En fin, Houllebecq está en mi biblioteca pero es de esos escritores cuyas novelas sé que no volveré a releer. Salvo que me dé el volunto de volver a escribir.

miércoles, 6 de junio de 2012

Con nuestro pan te lo comes

Gracias por juzgarme. Gracias por luchar para ganar exclusivamente, así puedo despreciarte cómodamente. Gracias por el intento para que cualquier atisbo de romanticismo, sencillamente, no nazca, aborte. Gracias al periodismo que no existe. Gracias al periodismo que sólo recoge lo que expreso en base a una objetividad que no existe. Gracias al periodismo cómplice que nos hace a todos iguales. Gracias, infame, por colaborar con ellos desde tu escaño. Gracias por no importarte la verdad. Gracias por desarrollar cientos de planes parciales y comprar un estadio olímpico y un equipo de fútbol. Así puedo abandonarme a otras pasiones. Así puedo abandonarme a los músculos de otras estrellas para no tener que mirar el cielo y comprobar mi mismidad. http://www.youtube.com/watch?v=Ibjg8BlyAD4
Ahora te has llenado los bolsillos con todos nosotros. Ahora sabemos que eres hijo de aquel que recorría los pueblos de España y le cortabas el pelo a las mujeres rojas cuyos maridos habían muerto en la guerra. Has ganado. Ganaste como siempre lo hiciste.

Mientras, yo grito: money, vuelve. Pero no vuelves y callas. Compra cajas fuertes y guarda tu dinero sin saber que es papel mojado. Compra a las asociaciones. 
Compra y vende. Colabora en este circo. Yo he decidido resistir desde la otra orilla aunque no tenga ningún sentido porque, a veces, lo tiene y, entonces, puedes sonreír. 
Gracias por no creer en nada para poder jugar el papel de la inocencia. Gracias porque las redes nos convierten en replicantes y acomoda la inmundicia. Gracias por tu poder. Con nuestro pan te lo estás comiendo. Tú sonríe, lucha desde la izquierda sin saber qué significa, lucha desde las redes como un replicante, pero, como Kiko Veneno, nos olvides después ducharte.