lunes, 27 de abril de 2009

La Política versus el dejar hacer del PP

Miguel Ángel Madrid
Mi protagonista de hoy ha vivido siempre en crisis.
Desde que nació hace 52 años, Natalia, que así se
llama, no dejó atrás el mundo rural, agobiada por la
situación económica y la falta de futuro. No arribó a un barrio obrero forjado a través de la lucha vecinal en busca de equipamientos básicos: Una escuela, el asfaltado de calles, un consultorio. No, Natalia, ha vivido siempre en el centro de la ciudad, en la misma vivienda donde vivieron sus padres y en la que ella hoy habita, por decirlo de alguna forma, porque las palabras no siempre reflejan la realidad que queremos transmitir y son necesarias más palabras y uno nunca tiene la seguridad de si más palabras añaden. Porque si su vivienda es una vivienda, eso no debería ser una vivienda. Si habita en ella, la palabra habitar no debería remitirnos a la idea de un lugar para el cobijo, un lugar seguro, un lugar para el desarrollo de la vida familiar.
Diez personas, más ella, se refugian en esa guarida, temerosas de que el techo se les caiga encima. Y así, no hay seguridad que valga. Pese a todo, temen quedarse en la calle.

Sus dos hijas mayores, de 26 y 24 años, aportan entre las dos, cuatro hijas, nietas de Natalia, más otro hijo con 19 y su novia, el de 17 y la hija pequeña (qué frivolidad, no creen) con 15 años. Once personas en total que habitan en una vivienda de 45 m2. Hay dos dormitorios y un contrato de alquiler del año 70 plastificado cual testimonio de su seguridad. Natalia, trabaja limpiando casas, nunca ha estado asegurada y cobra 400€. El alimento, pues, y el vestido, depende de las malabares que realiza esta mujer, de la beneficencia y de las ayudas públicas que recibe. No hay más asideros. No tienen pasado porque sencillamente lo niegan. Basta con vivir el día a día.
Natalia, espera como el propietario espera pacientemente que la vivienda sea declarada en ruina. Natalia, dice que ojalá se le caiga encima la casa. Luego ríe y los ojos se le inundan pero ella no llora. Es dura y fuerte, y frágil e inteligente. El propietario confía en el sistema, la crisis remontará y este país volverá al ladrillo más pronto que tarde. Vendrán a mí las promotoras.
Yo me siento en la Plaza de las Pasiegas, cerca de la vivienda de Natalia, y pienso en la persona que quiso que la conociera. Se lo agradezco porque he conocido a una luchadora. Sólo he descrito cómo vive, pero me guardo para mí todo lo demás.
El alcalde discute del metro, controla a las asociaciones de vecinos, se pasea por las cofradías y ensalza los valores de esta ciudad que él se empeña en que se mire el ombligo. La Gerencia de Urbanismo diseña la ciudad, pero el centro histórico de Granada carece de un proyecto serio que oriente sus pasos. Un centro histórico es más que la Catedral, más que Bib-rambla y la C/ Mesones. Natalia, no es la imagen de esta ciudad, ni mucho menos, aunque no es menos cierto que ella es también esta ciudad, y un reflejo de las consecuencias del dejar hacer del alcalde en esta parte de la ciudad.
Sin embargo, pese a las críticas y las reticencias, pese a las resistencias numantinas, en el Albaicín, la Junta de Andalucía, colaborando con los propietarios y los inquilinos, y con los impuestos de todos los andaluces, está protegiendo la vida del barrio, el verdadero patrimonio del barrio, donde, además de la piedra, habita su personalidad, el ser y el sentir, gente como Natalia que tiene un referente, un lugar donde dirigir sus inseguridades en el tema de vivienda, donde quizá un propietario se niegue a aceptar las ayudas de la Junta de Andalucía, es cierto, pero no es menos cierto que si la Inspección Técnica de Edificios, si el PP creyera en la política, debería ser un instrumento al servicio del cumplimiento de la obligación de conservación que cada propietario tiene, con medidas más exigentes, utilizando la Ley del Suelo de Andalucía para propiciar expropiaciones y convertir las viviendas rehabilitadas en vivienda pública a precio protegido, para que Natalia y otros vecinos, tuvieran más posibilidades de salir adelante al contar con un alcalde que, más allá de la confrontación, de su supuesta defensa de los granadinos, se mojara y decidiera hacer política y, entre otras cosas, abordara un debate serio acerca de la conservación de un casco histórico aprovechando la solidaridad entre los andaluces, el impulso a la descentralización prometida por Griñán, en lugar de aprovechar esta propuesta para profundizar en su discurso de la confrontación, declarando que su verdadera oposición es la Junta. Lamentable.




jueves, 23 de abril de 2009

Exordio sobre el estigma granadino

Miguel Ángel Madrid

Según la RAE, (luego no vayan a acusarme de definiciones falaces), una de las acepciones de estigma, en el ámbito de la zoología es:
“Cada uno de los pequeños orificios que tiene el tegumento de los insectos, arácnidos y miriópodos, por los que penetra el aire en su aparato respiratorio, que es traqueal”.
También, y siempre según la RAE, estigma es: “desdoro, afrenta, mala fama”.
Ambas acepciones ayudan a comprender la definición que el alcalde de Granada ha hecho de sí como regidor, unido a cómo afronta su papel institucional y, sobre todo y fundamental, qué representación simbólica nos imprime, creando una conciencia colectiva bien arraigada en esta ciudad.

Para ir al grano: El alcalde de Granada dice de sí mismo que es el Pepito Grillo de la Junta de Andalucía porque ésta no hace las cosas bien. Pero dice más: Que la Junta no las hace como el alcalde dice, con lo cual quiere dar a entender nuestro regidor, que él siempre lo hace todo bien. Obviamente, se colige algo más: Que la Junta de Andalucía actúa mal a sabiendas, a mala leche. El alcalde, pues, recoge por su aparato respiratorio traqueal la maldad de la Junta y, estigmatizado él, nos cubre a los granadinos y granadinas con un halo estigmático, es decir, nos une a todos frente a la Junta por tal desdoro y afrenta con el fin de aumentar la mala fama de la mencionada Junta. Y claro, el alcalde se sacrifica por todos nosotros y lucha por Granada. Él es así, un sacrificado por todos nosotros.

Les pido perdón de nuevo, pero voy a recurrir ahora a la definición de la antropóloga Nancy Scheper-Hughes. Ella dice: “El estigma es la muerte indeseable. Es todo lo que nos hace apartarnos de otros seres humanos por miedo, pena o aversión. El estigma, pues, es discurso, un lenguaje de relaciones humanas que pone en relación el yo con el otro, lo sano con lo enfermo, lo normal con lo anormal, el fuerte con el débil. El estigma es aquellas oposiciones excluyentes y dicotómicas que nos permiten trazar los límites seguros de lo aceptable, lo permisible, lo deseable, aplacando así nuestros propios miedos y fobias respecto a la enfermedad, la muerte y el deterioro, la locura y la violencia, la sexualidad y el caos. Las tácticas de separación nos permiten decir que una persona es gente, una de nosotros, y aquella otra es otra. Y así, cuando lo normal se encuentra por primera vez con lo otro estigmatizado se produce una escena sociológica primordial, un momento especial en que la economía moral que gobierna las relaciones sociales se desenmascara y la sociedad se manifiesta a sí misma en los fenómenos que repudia, excluye y rechaza”

Yo creo que esta autora desenmascara el discurso del alcalde. Casi todos lo sabemos, pero no es menos cierto que también hay que denunciarlo y estamos obligados a construir un discurso nuevo. Frente a lo que nos aparta, lo que nos une; frente a la separación, el diálogo; frente al miedo, firmeza; frente al localismo, lo glocal; frente al otro, todos juntos; frente al estigma, la vida, la alegría, un Pepito Grillo amable, colaborador y no, -como me decía el otro día un amigo-, un alcalde antipático y manipulador. La manipulación es dolorosa, tremendamente cruel, porque el PP ha naturalizado el estigma granadino generado por los malvados socialistas que gobiernan la Junta, cuando en todas las grandes inversiones que tiene Granada, la Junta ha estado detrás, porque algunos de los pilares fundamentales de nuestro buen vivir (educación, sanidad, vivienda, empleo, servicios sociales..), son competencia de la Junta. Pero lo más grave, es que todo el proyecto del PP para Granada, se basa en contagiar el estigma, en un férreo control de los colectivos sociales, especialmente vecinales, con una total ausencia de propuestas en cualquiera de los ámbitos de esta ciudad, ya sea cultura, turismo, creatividad económica y empresarial, servicios públicos… Sólo contagiar el estigma de los pobres granadinos por el daño que los demás, los otros, cometen.
Procede, pues, una revolución cívica.

viernes, 17 de abril de 2009

Yo también me voy a hacer conservador

Miguel Ángel Madrid

Sí, lo he pensado detenidamente y voy a hacerme conservador.

Podría parecer que las ideologías han muerto, pero nada más alejado de la realidad. Yo voy a defender que el Parque Metropolitano se haga en los terrenos de RENFE. Voy a defender a los que compraron suelo al calor del desarrollo del Campus de la Salud, y a los ecologistas al mismo tiempo, sin pudor alguno, de paso conservo mi dinero aunque resulte una contradicción. Deben saber que los conservadores no tenemos contradicciones.

Yo quiero que se conserve la vega a base de ladrillos, pero eso sí, hechos de abobe y tintados de color verde. Un tinte natural, of course.

También quiero hacerme conservador para que Granada siga siendo lo que siempre fue y será: La Toma, la Semana Santa, el día de la Cruz y el Corpus.

Comprar un palco que pase de generación en generación. Llenarme el
pelo de gomina y casarme con una mujer estirada que tenga la cara
ídem por su cabellera lacada, tanto de joven como de vieja, con las manos ensortijadas en oro que se pule de madres a hijas. Y tener muchos hijos, todos del Opus, o de los Legionarios de Cristo. Algo por el estilo.

Un conservador de los buenos, un instigador ante cualquier proyecto que suponga un beneficio para la ciudad.

Quiero que mis hijos vayan al conservatorio, no por amor a la música, sino por ser un conservador. No querré una programación cultural donde la creatividad sea lo que prime, y menos la crítica, sólo un teatro añejo, cargado de Zarzuela, pero con un toque chic, (es lo que tiene convertirse en un conservador de la noche a la mañana, aunque espero limar estos aspectos desagradables poco a poco), ya que me derretiré en los Festivales de Música y Danza ante los míos, para lucir el último gran automóvil que me acabo de comprar.

Nunca más iré de camping, y negaré haber nacido en La Chana. Por eso me he comprado un Carmen en el Albaicín, con cochera, claro, y con vistas a la Alhambra eterna. Seré un conservador albaicinero.

Eterna. Qué palabra tan granadina. Seré un conservador de las esencias citadinas, y pediré que, en cada plaza pública, los bustos de los prohombres de Granada remachen dichas esencias. Le rezaré a San Cecilio, porque fue un santo que, aunque no existió, demuestra que Granada fue antes cristiana que mora. Y rezaré más: Le seguiré pidiendo a San Cecilio que los Libros Plúmbeos los reconozca el Vaticano, y que se deje de imposturas y de falsedades. Lucharé, me batiré el cobre hasta que la Abadía no sea sede del Ayuntamiento.

Eterna. Granada eterna y cristiana para, de esa forma, alejar el fantasma de lo moro, aunque me apoye, para realzarla en su eternidad, en los vestigios del antiguo reino moro para que esta ciudad sea lo que siempre fue y será: Cuna del cristianismo martirizado. Si le extraña el juego de sentidos, se aguanta y se hace conservador.

Eterna, con Ganivet a la cabeza, seguido de Gallego Burín. No hay más esencias que estos dos hombres, porque todos los que quieran ser alcaldes, conservadores, tendrán que mirarse en ese espejo para que el sol brille sobre la Alhambra cristiana, qué digo, y con perdón, la Alhambra mora conquistada, Granada, la bella.

Yo quiero ser un conservador para liberar tensiones y gritarle a los sociatas de la Junta que son unos malditos que nos castigan. Ah, el martirio, la falta de proyecto colectivo, qué delicia. Vivir mirándome el ombligo, ser un conservador que defiende Sierra Nevada, no por su riqueza, sino para hacer un teleférico que nos enriquezca a unos cuantos. Cambiarme el apellido, matricular a mis hijos en un colegio privado, a ser posible concertado para reírme de los laicos, mirarlos no sin sorna por defender la escuela pública y acudir a los Tribunales por imponerme Educación para la Ciudadanía. Manifestarme en contra del aborto aunque nuestras hijas aborten en secreto.
Quiero ser un conservador porque cuando vienen las vacas flacas, los políticos nacionalizan las pérdidas. Con este escenario y con la cosmovisión cultural de esta ciudad, mantener nuestro, el de unos pocos, claro, status quo.

Quiero ser un conservador que reparta juguetes a los pobres de la ciudad un día al año, para que la izquierda tropiece una y otra vez con un proyecto colectivo con el que todos quedemos contentos. Quiero ser un conservador porque, por fin, he entendido que el café para todos en lo municipal me beneficia a mí y a los míos.

Quiero ser un conservador porque la élite granadina, -unos cuantos y seguidores que nos siguen a pies juntillas-, es la que dirige los designios de esta noble, ilustre y muy loable ciudad. Amén.

PD: Como ve, sólo hay beneficios. Hágase, pues, conservador.

lunes, 13 de abril de 2009

Los granadinos ya no son granadinos

Miguel Ángel Madrid

Los dos están sentados en el despacho. Es lunes y todavía dura
la resaca de Semana Santa, de visitas a Hermandades y Cofradías, de lustre y fervor. Los dos viven la resaca de la pasión y, ahí están, uno frente al otro. No se dicen nada, pero no hace falta, los ojos hablan por ellos. Se conocen bien, se miden en secreto, sus fuerzas, sus posiciones, sus aliados, en ese anhelo por controlar el futuro, tan humano, pese a la futilidad del intento.

Los dos están en el despacho, se llaman Torres Hurtado y Sebastián Pérez, alcalde y presidente del PP de Granada. La pasión era divina, la mundana no merece interés. La crisis del sistema es un problema ajeno. Fuera llueve. Llueve insistentemente, es una tormenta que pasará, que pasará como todo pasa. Así piensan ellos. La crisis, dice Sebastián con los ojos acompañado de una sonrisa ladeada, es un problema de Zapatero, que él se las entienda con los granadinos.

La techumbre que cubre el despacho de nuestros dos protagonistas ha comenzado a agrietarse y el agua se cuela por las ranuras. Goteras que repiquetean cual marcha de cofrade sobre la mesa que separa a los dos hombres. Sebastián Pérez se levanta y coloca una palangana sobre la mesa para que recoja el agua. Gracias a Dios que la sequía ha pasado, dice Torres Hurtado, como pasará la crisis. Pero el canon por la sequía hay que seguir pagándolo, alcalde, responde Sebastián. Hay que exprimir, no aliviar a los granadinos, así se desatan las contradicciones, se agudiza la crisis. Pero, Sebastián, eso lo decía el marxismo, además, sólo es un recibo, una minucia para la gente. Tú a lo tuyo, al gobierno de la ciudad, alcalde.

El alcalde calla, será que otorga. Vuelve a medir a Sebastián, el hombre que más cargos acumula de la provincia. Lo mira a los ojos directamente y el miedo le llega hasta el tuétano porque el de los cargos no sólo lo estaba midiendo, sino que lo escrutaba. Así que el alcalde se relaja y el diálogo sordo vuelve a ponerse en marcha:
- La casa de todos los granadinos tiene goteras, Sebastián.
- No importa, tú lo único que tienes que decir es que la culpa es de otros, de Zapatero, de Chaves, de Griñán, de Caler. De ahí no te salgas.
- El PGOU no está aprobado.
- La culpa es de los socialistas, si lo prefieres mejor.
- Los servicios sociales, el IMFE...
- Si no hay tu tía, ya sabes, la culpa es de la Junta. Para nosotros, durante este tiempo, entérate bien alcalde, los granadinos no son granadinos, son andaluces, españoles, europeos, inmigrantes.
- Tienes razón, para qué arrimar el hombro si así ganamos las elecciones la otra vez.
- Y si no lo decimos nosotros, ya lo dicen nuestros voceros: 19 años perdidos para Andalucía, 8 años de gobierno socialista en España que será la ruina de los españoles, porque España, querido alcalde, España no se merece una ley como la de la dependencia, por poner un ejemplo, que con pocos nos bastan. Nuestra artillería es simple pero contundente.
- Seguiremos siendo equipo, Sebastián.
- Quién sabe, eso nunca se sabe, Granada es lo primero, por eso a lo mejor te sustituyo y acumulo un cargo más.

De repente deja de llover. Sale el sol. En pocos minutos limpia el ambiente húmedo. La gente recorre las calles y se siente reconfortada con el calor mientras camina por las calles de Granada, aunque deben saberlo, su alcalde no hará nada en esta situación de crisis, ellos ya no son granadinos, sólo andaluces, españoles, europeos, inmigrantes.

Sebastián tiene una duda y esta vez, sí, le pregunta al alcalde:
- Los concejales y concejalas, qué dicen, dónde están.
- No sé, Sebastián, preparando las cruces, supongo.

sábado, 4 de abril de 2009

Política y cinismo

Miguel Ángel Madrid

Del ex ministro Trillo con el terrorífico caso del Yak-42 a los deseos imperiales de Aznar, pegado cual perro faldero a su amigo Bush, pasando por el escándalo de los espías del PP en la Comunidad de Madrid.
Todo vale para mantenerse en el poder y la actitud cínica es la forma de sacar pecho que tiene el PP, con traje de sastre incluido.

Para el diccionario de la Real Academia, cinismo tiene las siguientes acepciones: Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables, o impudencia, obscenidad descarada.

En Granada, nuestro Alcalde
*, Torres Hurtado, y sus compañeros de viaje del PP, con Sebastián Pérez a la cabeza y a la sazón, Presidente de los populares, además de otros muchos cargos que soporta: Concejal de Presidencia, Senador, Consejero Delegado de Emasagra y de Unicaja, no se inmuta ante nada y para ellos el cinismo es su insignia; hacen gala de un cinismo hiriente para el conjunto de la ciudadanía.

Si Sebastián Pérez acumula cargos, en lugar de reconocer que es demasiado costal para un lomo, se escuda acusando al presidente de la Diputación Provincial de Granada de ocupar una veintena de cargos. No dice, por cínico, que los cargos que ostenta Martínez Caler, los asume en función de su único cargo, el de Presidente de la Diputación, tal y como recoge la normativa. Lo acusó además, con empacho, de ser concejal de Caniles, olvidando impúdicamente que, para ser presidente o diputado de la diputación, hay que ser irremediablemente concejal de un municipio de la provincia de Granada.
Sebastián Pérez, pues, se mofa del ciudadano con una obscenidad descarada y recurre al chivo expiatorio aunque mienta a sabiendas.

E igual pasa con el problema de convivencia vivido en mi barrio, La Chana. El Alcalde busca una ubicación a familias de origen rumano y, al generarse problemas, echa la culpa a la Junta de Andalucía o recrimina al Gobierno por falta de medidas policiales. Si fuese valiente, si creyese en la gente, en lugar de evitar los problemas y esconderse, habría visitado el barrio y buscado soluciones a un problema puntual en lugar de enfrentar a los vecinos y convertirlo en un problema de la ciudad que puede tener graves consecuencias.
Dice Martín Barbero que “una cultura sólo es tenida en cuenta por otra si la otra no sabe contarse, la identidad no es un hecho, sino un relato. Las culturas permanecen vivas mientras se comunican entre ellas, y la comunicación es una dimensión constitutiva de la vida cultural, no sólo una exhibición”. ¿Qué ha hecho el Alcalde sino exhibir este problema cultural a base de inhibirse en el mismo?

Pero no todos los políticos son iguales. Pese a las horas bajas que pueda estar viviendo Zapatero, pese a esta crisis global que vivimos y que está afectando a miles de ciudadanos de nuestro país, ha anunciado que la crisis no puede suponer un recorte de los derechos de los trabajadores y trabajadoras, incluidos los desempleados, que las conquistas sociales que la ciudadanía ha conseguido no pueden verse afectadas por una situación que ha generado un sistema basado en el enriquecimiento cínico de unos pocos. Mientras tanto, yo cuento en Europa los dirigentes que han dicho algo semejante.

Y volviendo a Granada, como no todos somos iguales, frente al cinismo localista del PP, la gente de bien de esta ciudad debemos amarrarnos a palabras y hechos que comuniquen una ciudad abierta, moderna, acogedora, que decide su presente y diseña su futuro desde el diálogo y la colaboración institucional, con firmeza y desde la participación de todos los ciudadanos en busca del bien común. Hay que redefinir lo público desde lo local, sin ser localista, a través de la expresión de otras voces, planteando lo heterogéneo desde lo social, la multitud de voces polifónicas que la ciudad cobija. Sólo hay que poner oídos.

* Le pido perdón a una lectora que me recrimina que Alcalde lo escriba con mayúscula, pero es interés de este escribidor aumentar con este gesto la altura política de nuestro mandatario local.