sábado, 26 de septiembre de 2009

La opinión pública

Hay días en que te levantas y en la cabeza hay todo un programa de actividades que, te juras y te perjuras, cumplirás, como suele decirse, al pie de la letra. Incluso puede que ese día, a la hora de la comida, hayas quedado con alguien especial para comer. Piensas que ese alguien especial va a ofrecerte un momento diferente. Pero tú ya lo tienes programado. Sin embargo, como ese alguien es especial, ese día, pese a que ya estaba todo decidido de antemano en tu cabeza, es un día especial porque tú has escrito un artículo en el periódico sobre dos modelos de gestión pública. Entonces, ese alguien especial te dice que te vas acercando, sin saber muy bien a qué se refiere, y te habla de Bourdieu y de la noción de campo y habitus, en ese intento de superar la dialéctica hegeliana que estructuró Marx. Te bebes un vino, y luego otro. La boca se te seca aunque tú eres el que escucha, el que procura entender. Porque en el fondo sabes que no se trata de comprender los conceptos de Bourdieu, ni los de Maturana o Morin. Se trata si acaso de sentirlos y de ponerlo en tensión toda vez que ya hoy la dialéctica es un modelo a superar. Sigues sin entender nada. El vino está buenísimo. La luz apaga el bar en el que nos encontramos y decidimos salir para entrar a una cafetería. Café, por favor, extra seco y sin hielo. Pero, por qué eres tan necio y citas a Benedetti. No lo sé, contesto. En el fondo pienso que floto y las personas desapercibidas que había en las mesas se levantan, se ponen detrás nuestra y representan monótonamente a Prometeo Encadenado después de robar el fuego para dárselo a los mortales. Entonces, la camarera, que quiere jugar el papel femenino protagonista, se acerca y no porta el café extra seco y sin hielo, sino que su pelo cano la ha convertido en Belén Gopegui. Mientras, mi acompañante especial sigue rellenando en rojo letras que entiendo pero que no comprendo, sólo las siento, y yo me las guardo en el bolsillo de atrás del vaquero. La democracia es una farsa, si no, cómo puede soportarse que en un sistema democrático la opinión pública, como concepto, decida un referendo presidencial. Me trae la cuenta, por favor.

Ya en casa, contento de mi ignorancia, no sé si he tenido un día bueno o malo. Acaso no importa, tan sólo sé que nada ha salido según lo programado: He navegado de Grecia al mundo latino, -¿lo latino era lo romano o lo suramericano?-, en un barco espiritual capitaneado por Prometeo en un estado de opinión pública complejo, dialógico. Me cuelgo el pijama y, sin querer, meto el pantalón en la lavadora junto con el resto de ropa sucia. De modo que hoy, con las notas de mi servilleta hecha añicos, hago esta entrada desde el recuerdo borroso de todo lo que ayer aprendí.

Claro que yo siempre hablo de lo local, de Granada y, en concreto, del alcalde y de un modelo que no persigue el bien común. Porque la casa común es lo que reivindico a fin de cuentas. Un mundo común donde no hay que presentar, vender, gerenciar, publicitar nuestro modelo. Eso no sirve. Lo dice Bourdieau, lo dice Maturana, lo dice Morin. Sólo sirve el viaje, la aventura de construir un modelo lo más amplio posible donde el adversario sea eso, un adversario, un actor más que ha decidido no sumarse.

jueves, 17 de septiembre de 2009

La prima Ana

Lo mejor que tiene el autobús en esta caótica ciudad es que, a veces, te encuentras con alguien que hace más llevadero el viaje. Un viaje en toda regla porque a este paso vamos a tener que pedirle al alcalde que, entre parada y parada, coloque una estación de servicio para poder ir al baño, comprar un zumo o una botella de agua.

Esta mañana me he vuelto a encontrar con la prima Ana. Coge el 9 en Sagrada Familia y puedes verla aparecer por la esquina agitada para que no se le escape el autobús. Desde que nació no ha hecho otra cosa que trabajar para otros y, ahora, lo hace para un matrimonio, profesores de nuestra Universidad. Quizá ronde los sesenta, quizá los pase con creces. No lo sé. La prima Ana no tiene edad. Su cutis es un pañuelo sedoso, pulcro, y sus ojos de horizonte te hablan con la misma gracia con que lo hace su boca siempre sonriente. Ella es de las que piensa que al mal tiempo buena cara, que el trabajo es salud, además de una bendición, y no sólo ahora que la crisis arrecia, sino que es muestra de una actitud vital de la que siempre ha hecho gala.

Y así, sonriente, me invita a sentarme a su lado. Si la acompaña su hija, como ha sido esta mañana, nos ruboriza a ambos al sentirnos como niños por tratarnos con la naturalidad de un adulto: “¿Le has dado un beso al primo? Ea, vamos a ver qué quiere Dios hoy de nosotros. Déjale al primo que se siente aquí conmigo”. Entonces el autobús se pone en marcha y ella me pregunta por la familia y me cuenta cómo es la vida de sus hijos, o me habla de gente que yo no conozco, pero habla sin dejar de sonreír, sin dejar de aceptar la voluntad de Dios, al tiempo que te acaricia la mano y se la queda para ella en un gesto protector que, al principio, me incomodaba pero que ahora echo de menos si el día en que nos subimos al autobús no siento su tacto. Creo que con cualquier otra persona, ante sus máximas, habría rebatido. Pero con ella me es imposible. Ella distingue que hay ricos y pobres. Acepta la situación pero lo curioso es que declara que Dios se desentendió de estos temas ni siquiera sabe Él cuándo. Es injusto que tengamos que trabajar para otros. “Ellos son así, primo, les gusta tenernos bien apretados, pero qué le vamos a hacer si el Señor está en otras cosas. Imagínate tener que estar en todas partes con la pila de criaturas que hay en el mundo”. Pienso entonces en su falta de formación, en su aceptación de la situación porque no hay otra, porque así son las cosas, en su Dios que ya no es omnipotente salvo para enjuiciarnos el día después. Dios, simplemente, es impotente para solucionar las cosas de aquí. Entonces me tranquilizo y siento que quizá ahora podamos pensar en la política como una actividad que se ocupa de las cosas del mundo, de las personas concretas. Sin embargo, la prima Ana parece intuir lo que pienso, y vuelve a su perorata diaria, a sus hijos, a mi familia, a su infancia, al dolor por la pérdida de su marido y a la apacible soledad en la que ahora se halla. “No hay otra primo. No hay más que alegrarse de lo que nos toca”. Pero yo siento esta mañana un torrente brumoso en la garganta, una inquietud ante la que me quedo desnudo, liviano, transparente como si fuese una botella llena de aire. “No hay otra primo, pero no hay que acongojarse. La vida viene así, y siempre será así. Y lo que nos toca es sonreír y ponérselo difícil”. Entonces, como si renaciera, la tanteo: “¿A Dios, prima?” Me mira, guarda silencio y sonríe sabiamente, o al menos así la interpreto. “Ya está aquí mi parada. Bueno primo, que tengas un buen día hijo mío. Adiós”.

domingo, 6 de septiembre de 2009

La ayuda del niño dios

El alcalde, Pepe Torres, es la apuesta
segura para la victoria en la ciudad de Granada. Así piensa el presidente del partido, Sebastián Pérez, y hasta el mismísimo, Arenas. Como he dicho en anteriores entradas a este blog, Sebastián Pérez, piensa que el PP lo tiene chupado. Es normal, ahí está el alcalde de Granada actuando contra viento y marea para alimentar nuestro ánimo: subida de impuestos, las arcas municipales tan endebles como el hilo de una araña en una casa abandonada, la Fundación Albaicín moribunda, el IMFE desnortado, la empresa de suelo municipal sin saber para dónde tirar, el Patronato de Escuelas Infantiles convertido en Fundación y, como colofón en un mar de colofones, una televisión municipal que, cuando se ponga en funcionamiento, nos traerá cada día la buena nueva tal que el día de nochebuena la del niño Dios nacido.

La crisis no va con el alcalde ni con el PP. A ellos no les toca remar en este barco. Por eso, aguantan el chaparrón agazapados a la espera de que sus líderes nos digan lo malo que es ZP. Pero hoy ZP ha subido las pensiones con la que está cayendo. Y este es uno sólo de los ejemplos, porque el trasfondo es que la crisis no puede ser la excusa para que nuestros derechos sociales se vean afectados. Por eso, repito, duele que el alcalde nada tenga que ofrecernos a los jóvenes, a los mayores, a los vecinos y vecinas. Basta con silenciarnos, para que nuestros problemas sean problemas a resolver por otros.

Aquí domina la opinión pública que nos dice que Torres Hurtado es garantía de éxito. Pero, ¿quién es la opinión pública, quién la conforma, quién maneja el supuesto sentir ciudadano? Nadie y todos.

Desde mi modesto punto de vista, es necesario combatir este estado de ánimo desde la alegría y la responsabilidad del momento que nos toca vivir. Alegría porque la ciudad no puede permitirse que cada proyecto de futuro tenga que sufrir la confrontación con la Junta de Andalucía. Es la lealtad y el respeto lo que nos hace fuertes, no el atrincheramiento. Y estoy convencido de que así piensa mucha gente de bien, como usted mismo. Qué otra cosa nos dijeron en la asamblea ciudadana. Y ese es el espíritu que debemos recuperar de cara a los próximos meses. La gente está cansada de no saber hacia dónde va la ciudad. Y en esta disyuntiva, la Junta de Andalucía tiene tanta culpa como el alcalde. Por eso, nos toca a todos aprender de los errores. No basta con recordarle al alcalde que la escultura franquista de Bibataubín tiene o no un valor artístico, sino que hay que exigir el cumplimiento de la ley. No basta con llevar y mantener el debate público en la prensa, sino que hay que acudir a donde se encuentra la gente. Claro que esto exige esfuerzo, un plus de trabajo, pero el proyecto socialista o se construye con la gente o no será.

Este alcalde que tenemos es un mal alcalde que, supuestamente, le tiene tomado el pulso a la ciudad. Es importante que el PSOE encuentre una persona. Bien. Pero aún más importante es que esa persona y las que forman parte del PSOE se agarren al tren de la alegría por rozarse con la gente desde la asunción de que las necesidades que existen son colectivas, que tan potenciales desempleados somos como la gente, que tan deprimidos por la falta de futuro de nuestros hijos como ustedes. Alegría por un proyecto que no nos haga parecer ciudadanos hipnotizados y resignados. Vamos a salir de esta crisis reforzados, tanto si nos ayuda el niño dios como si no.