martes, 27 de octubre de 2009

Legal, sí; pero así no, gracias

El nuevo PGOU de Granada es legal. Parece que se ajusta a la ley, pero muestra un modelo de ciudad que no tendrá viabilidad en los próximos años. Y si un PGOU intenta planificar el futuro de la ciudad y no acierta ni en el diagnóstico ni en la planificación, flaco favor nos hará a los ciudadanos.

¿Cómo algo legal, ajustado a la normativa vigente, puede no ser viable? Quizá esto sea difícil de explicar. Pero voy a intentarlo si me lo permiten. El alcalde, Torres Hurtado, apuesta en el PGOU por la expansión, es decir, por construir más viviendas. Los suelos urbanizables, según la ley, permiten unos máximos, y el PP ha ido al máximo de edificabilidad y al mínimo en lo que a VPO se refiere. Este es sólo uno de los ejemplos, como ir al mínimo en lo que a espacios verdes se refiere. Cumple la ley, pero dicho cumplimiento no es para el PSOE ni razonable ni viable dada la situación socioeconómica.

Mucha gente no ha entendido la postura del PSOE de la ciudad. Nos abstuvimos en la aprobación inicial del plan, es cierto, pero con el fin de buscar consenso, de propiciar el diálogo en torno al documento que, repito, definirá el futuro de la ciudad de Granada en los próximos años. Esto se interpretó en su momento, -en algunos sectores-, como buenismo por parte del PSOE, como un sí pero no, pero es fundamental que, pese a la mayoría absoluta del PP, estos temas centrales para Granada se aprueben por consenso. Se olvida el PP que pese a su victoria contundente, el PSOE de la ciudad, su grupo municipal, representa a un buen número de ciudadanos y está comprometido con los intereses de la ciudad. Pero el alcalde entiende que él debe entenderse, valga la redundancia, con “los de Sevilla”, faltando el respeto a todos los vecinos y vecinas que no les votaron. Por eso no se ha sentado a hablar de este tema ni con el PSOE ni con IU. Y de paso, si los de Sevilla “se hubiesen portado mal”, pues arrear de lo lindo con su Granada agraviada; ya sabe usted.

De diálogo nada, y la Junta de Andalucía podrá dar su visto bueno porque el PGOU se ajusta a la legalidad vigente, pero eso no quiere decir que el PSOE vote que sí en las condiciones actuales. Es cierto que trasladar a la ciudadanía estos temas es harto complicado. Quién entiende de aprovechamiento, de edificabilidad, de zonas de expansión o de planes parciales. Claro que si pensamos en parques, en centros de salud, en colegios, en parques tecnológicos (como el denostado otrora de Ciencias de la Salud, que ha generado a día de hoy más de 700 empleos), en polideportivos, en viviendas de protección oficial, en tráfico, en ruido, etc., el ciudadano lego resulta que tiene opinión y criterio.

Si les decimos a los granadinos y granadinas que el PP se propone construir una presa con la excusa de evitar inundaciones, -por supuesto, ellos tan paternalistas para con nosotros, incluso aunque el alcalde viva en Ogíjares-, en el río Darro, pues igual empiezan a entendernos. Si les decimos que no podemos construir más viviendas para que el PP haga caja para tapar sus agujeros económicos, y que la apuesta es por la rehabilitación como forma de ayudar incluso al sector de la construcción de forma sostenible, y que el valor añadido se obtiene a través del conocimiento y la innovación, pues quizá los vecinos nos entiendan. Si les decimos que nada de plan de movilidad, pues de seguro que presentan propuestas y enriquecen el documento. Si, por el camino, nos dicen que construir, aquí ha construido hasta dios, pues entonces, nosotros, las mujeres y los hombres que militan en el PSOE podremos explicarles que nos equivocamos, que acertamos también, pero que ha llegado el momento de que aquí nadie se quede sin participar en temas que son trascendentales para el empleo, para el tráfico, para el medioambiente y para el buen vivir.


jueves, 22 de octubre de 2009

Todo está hecho un desastre


Pierre Bourdieu ya nos lo avisa: La prensa busca cada vez más el sensacionalismo. Y yo creo que en este momento es preciso algo más que sacar a la luz los casos de corrupción que, parece, copan las primeras páginas de las noticias. Con esto no quiero decir que se deban tapar estas noticias. Ni mucho menos. Ahí está el caso de El Ejido, el más famoso de Marbella, la trama Gürtel, los desmanes urbanísticos de toda la costa mediterránea española. Entiendo que la prensa cumple aquí una labor, pues muchos de estos casos terminan saliendo a la luz gracias a la investigación de buenos periodistas.

Sin embargo, corremos el peligro de que toda esta mierda parezca que nuestro país, el mundo, está hecho una mierda de las gordas y, a la postre, nada merezca la pena, que no tengamos remedio. Cierto que los emolumentos de los directivos de los bancos son infumables, por no utilizar otra palabra. Cierto que el hambre campa por sus anchas y nadie acude a ese rescate, y menos los gobiernos de los países ¿ricos? Cierto, todo eso es cierto y es insoportable. Y lo más vil, lo más doloroso es que el mismo discurso, los mismos hechos que nos han llevado a la crisis, sigan siendo tan pujantes, tan fuertes, tan incontestables: Recortes, expedientes de regulación, flexibilidad laboral como forma de continuar con la explotación cada vez más inaguantable, -la misma de siempre, por otro lado-, de tanta masa sometida, conlleva una sumisión tal que nos hace plantearnos para qué sacar pecho y seguir en la brecha.

El otro día, un buen amigo agricultor de Almería, formado e informado, honesto y comprometido, me decía lo siguiente: Es como si antes de que llegara esta situación, incluso nosotros, la gente de izquierdas, nos hubiésemos creído realmente que el sistema capitalista funcionaba; pero no, esto no funciona ni funcionará, y si pareció funcionar, funcionó sólo para unos pocos.

A mí, personalmente, este tipo de reflexiones de gente tan sesuda por su experiencia vital, me generan un peso enorme, una responsabilidad gigante, una desilusión tremenda. Sólo después puedo recuperarme y volver a un estado donde sea posible la creatividad, la esperanza, el deseo de conectarme con el mundo para sumar voluntades.

Por eso, quiero empezar a poner en cuestión que la situación de El Ejido, por ejemplo, es el reflejo fiel de todo cuanto acontece en la vida pública.

El próximo mes, en La Chana, vamos a homenajear a nuestro desparecido compañero, Juan Cuenca. Su compromiso con los más débiles, su alegría vital, tal y como me la transmiten sus amigos más íntimos, es el espejo en el que yo quiero mirarme, pese a las contradicciones, pese a las derrotas, pese a la comodidad de lo inmediato, pese a todo lo que se nos viene encima.

De nuevo me confirmo, -quizá me equivoque- que desde lo local tiene que venir la regeneración ética, ideológica, creativa, a través de la asunción de todos los errores, de todas las fallas. Qué es un partido sino la suma de individualidades, de debilidades humanas tan cercanas a las de usted, y también a las de usted; sí, usted, no se esconda. Pero también, esas debilidades, están tamizadas de logros más que evidentes.

Quizá esta nueva entrada tiene que ver, al final, con Benedetti, con la asunción de que me siento melancólico:
dijimos sí como dándonos ánimo
y en la foto salimos espantosos.

jueves, 8 de octubre de 2009

Opiniones callejeras

Desde muy antiguo, desde la democracia griega, pero también desde ayer mismo, la ciudad, políticamente, se concibe como un espacio de democracia. Autores diversos de filosofía política se adentran en la historia, en la política, en la filosofía, en la literatura, para sacar a la luz este encuadre en el que la ciudad se convierte en la escuela de democracia por excelencia. Pero para que esto sea así, la clave es la participación. Una participación que vista desde el presente siempre tiende a sobredimensionarse con respecto al pasado, siguiendo el refrán de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero los problemas para participar en los asuntos públicos siempre los hubo, incluso en la democracia de Pericles. Siempre se idearon incentivos para que el ciudadano se preocupara por esos asuntos. De modo que, en principio, deberíamos reconocer que la participación se aprende, se cultiva y, en segundo lugar, cuesta trabajo promoverla y tal vez más en nuestras sociedades donde los principios reinantes neoliberales conducen a que prime el individuo por encima del colectivo. Para algunos la participación debe producirse en el ámbito privado: la persona que consume, el trabajador y el empresario con su contrato privado, o bien la persona en pugna por los recursos contra el resto de personas.

Esos no son los valores que deben inspirar al socialismo. Si la ciudad es una escuela de democracia en este mundo glocal, la única forma que tenemos de mejorar el mundo es a través de nuestras actitudes, de nuestro hacer en el ámbito local. En realidad la gente, las personas como usted y como yo, nosotros, lo que pedimos es un espacio de encuentro, sentir que formamos parte de lo que ocurre a nuestro alrededor. Cuál si no fue el mensaje que nos transmitieron los ciudadanos de Granada en la Asamblea que celebramos durante el mes de junio pasado: los vecinos y las vecinas diagnosticaron su barrio, pero también su ciudad y, al mismo tiempo, nos dijeron cómo debíamos actuar desde el PSOE. En definitiva, el mensaje, aunque no fuese explicitado de esa manera se puede resumir de la siguiente forma: Queremos que ustedes, como partido que aspira a gobernar y a transformar la sociedad, la transforme con nosotros, queremos formar parte de un proyecto comunitario y, por ende, colectivo. Pero eso sí, ellos quieren decidir con nosotros, y esto no significa que sea una tarea ardua para la ciudadanía, sino que exige un acto de creatividad múltiple que permita el establecimiento de relaciones personales, de relaciones comunitarias plurales, diversas.

De esta forma conseguiremos frenar la desafección por los asuntos públicos. Y cualquier acto, por nimio que nos pueda parecer, merecerá la pena, pese a la ofensiva del PP, pese al pragmatismo y el cinismo del que hacen gala: “Usted a lo suyo que ya nosotros administramos lo de todos”. Cinismo en cuanto a los casos de corrupción del PP de la trama Gürtel, arropando al corrupto, tapándose entre ellos, generalizando la visión negativa de la política. Porque para el PP un cuerpo social escuálido, poco robusto e informado, es lo deseable. La desafección afecta a las personas de bien porque exigen una ética intachable a los partidos políticos, sean del signo que sean. Ahí, desde mi humilde punto de vista, radica la importancia del trabajo municipal. Por eso soy un municipalista convencido. A fin de cuentas, la tarea municipal tiene mucho de creatividad y de aventura y, encima, en el caso de Granada, es un reto. Más no se puede pedir.