jueves, 25 de noviembre de 2010

Resistencias


Acabo de terminar La agonía de Francia, del genial y desconocido, Chaves Nogales. El libro, publicado en Montevideo, cayó en el olvido durante 70 años, al igual que el resto de su obra.

No fue comunista ni fue fascista, y unos y otros lo relegaron al fondo de un baúl.

Es un autor que hubiese alcanzado el reconocimiento de George Orwell, por poner un ejemplo.

En este libro hay una defensa al sistema democrático a través de la denuncia por la claudicación de Francia ante el nazismo.

Desconfía de la masa porque una nación como Francia, sencillamente, se rindió.

Desconfía de las élites porque, sencillamente, abrazaron el nazismo para conservar su poder.

Abomina del totalitarismo porque, a la postre, supone la destrucción de la vida.

Porque la democracia, el demos, es la comunidad de hombres libres; únicos pero en comunidad.

Desde mi punto de vista, sin los muertos en occidente de la Segunda Guerra Mundial, pero con el dramatismo del desempleo, y los muertos en otras partes del mundo, el capitalismo, que tan bien amoldamos al sistema democrático, presenta las mismas contradicciones de siempre y aporta sus últimos coletazos.

Se van a llevar por delante a quien haga falta, pero al final morirá o será la dominación y el totalitarismo.

Sus especuladores atentan contra la democracia. Contra el demos.

La desconfianza, la tristeza, se ha apoderado de nosotros. Dudamos de todos y de todo, hasta de nosotros mismos.

Individuos de consumo, nos sentamos frente al televisor para consumir, lo mismo que consumimos el arte o los libros, la Cultura. Quien se sale de la norma no sale en la foto o es catalogado de imbécil y cutre por hablar de capitalismo, democracia, totalitarismo, alineación o masa.

Pero la realidad es la que es: en estos momentos está en juego no sólo nuestro bienestar, -que solemos equiparar con nuestra capacidad de consumo-: está en juego la libertad y la justicia, y los servicios que nos damos solidariamente: sanidad, educación, cobertura al desempleo...

Nos estorba la política porque muchos políticos se han convertido en defensores de su estatus. Pero no se diferencia mucho el político de quien gana más de 3000 euros al mes y todo esto de la crisis le molesta porque los pobres, inmigrantes o españoles, no son más que un puto estorbo.

Pero su comodidad depende de la capacidad de la sociedad por hacer viable la democracia, la redistribución de la riqueza, las opciones que la libertad y la democracia hacen que mejoremos nuestras condiciones de vida con salarios dignos.

De todo esto habló Paco Cuenca el pasado domingo en su presentación: de la necesidad de trabajar conjuntamente por encima de intereses electorales, por encima del torpe juego de la confrontación política que tanto asco genera al personal. Aunque sea empezando por Granada. ¿Qué otra cosa es la democracia si no la polis, la ciudad?

lunes, 15 de noviembre de 2010

Ya no sirve


No valen las viejas fórmulas. Quizá funcionaron en su momento. Quizá funcionen todavía en ocasiones.

Pero la lógica de la vida cotidiana marcha por otros derroteros. Y reconozcámoslo: La política le interesa a la gente, pero no le interesan los políticos de viejo cuño.

Me explico:

Creo que los partidos y los responsables políticos saben cuáles son los problemas de la gente. Lo dicen las encuestas, lo dicen los propios ciudadanos: el desempleo, los salarios cada vez más mermados, los gastos de cada mes.

Y creo que los políticos intentan hacerle frente a estos problemas. Cada cual desde su ideología: abaratando el despido, subiendo el salario mínimo, incorporando las nuevas tecnologías para la educación o privatizando las ayudas a los universitarios.

Hay, pues, lógicas ideológicas. Y cada cual tiene sus recetas más o menos veladas, más o menos explícitas. Y la vida cotidiana de la gente se ve afectada por esas recetas. No es lo mismo educar con ordenadores que aumentar las tasas universitarias. Una cosa la hace el PSOE en Andalucía. La otra el gobierno inglés.


Los políticos, sobre todo de izquierdas, ponen oídos para escuchar a la gente, pero no están cerca de las personas. Los de derechas, suelen buscar lógicas culturales y se presentan como canalizadores de las demandas ciudadanas. Aunque luego hagan de su capa un sallo. Con excepciones, claro. No creo que no haya gente buena en el PP. Igual que no todos los del PSOE tienen intenciones pulcras. En cualquier sitio: en la familia, en la calle, en el trabajo, hay gente dolorida, arribistas, pelotas, lameculos, gualtrapas. Pero cada cual, en su fuero interno, si se milita en un partido, debe saber a qué lógica sirve.

Las estructuras de los partidos no ayudan al acercamiento. En el caso español, la derecha carece de debate interno y de unos mecanismos de participación democráticos. La izquierda que se autodenomina real, presume de debate pero sus mecanismos son tan poco democráticos como los anteriores. Sólo el PSOE tiene una estructura parecida al modelo democrático de España. Pero queda mucho camino por recorrer.

Y en estos momentos, me preocupa la ausencia de debate al respecto. Agobiados por la crisis financiera y los problemas internacionales y nacionales, la crisis está sirviendo para todo menos para pensar la vida. Para repensarnos como sociedad.

Lo importante es salvarnos. Pero intuyo que no merecerá la pena salvarse de cualquier forma. La única solución es caminar pensando.

martes, 2 de noviembre de 2010

Paco Cuenca


Para mí es fácil hablar de Cuenca. Soy su amigo. No de la infancia porque me lleva 6 años y yo estudié en otro colegio. Pero en el BUP mis amigos fueron alumnos que procedían de su colegio. Esos amigos son mis amigos de verdad, de esos a los que puedes hablarle a la cara sin dejar de mirarles a los ojos. Puedes decirle que hoy no puedes más; tanto, como decirles que hoy te sientes alegre por cualquier motivo, por ningún motivo. Y esos amigos míos de verdad se educaron en un colegio donde los maestros y los padres hicieron equipo. Un equipo de vida. Un equipo para hacer barrio, para la vida comunitaria. Y en ese contexto es cuando conozco a Paco Cuenca.

Esa vida comunitaria es la misma que quiere cargarse el neoliberalismo con tanto llamamiento al individualismo; eso sí, desde la libertad individual, pero intentan ocultar lo que piensan de verdad: el hombre es un lobo para el hombre.

Olvidan que la vida en la ciudad es comunidad, es algo más que un individuo y otro, y otro. Es cada uno en relación con los demás en los asuntos comunes. Por eso, con la perspectiva de la experiencia, de la forja de mi ideología, -como dice Miguel Ríos en Todo a pulmón, "buena o mala pero mía-, pude comprender que aquel equipo de padres y maestros, en alianza con los alumnos, con niños de barrio como yo, puso en marcha un proyecto educativo cuyos resultados son hoy visibles: David, médico y buena gente; Ventura, aparejador, músico, buena gente; Narváez, taxista y buena gente; Antonio Muñoz, directivo de Telefónica y buena gente; José Alberto Luque, trabajador por cuenta propia de la construcción y buena gente; Gustavo, en el MPDL arreglando entuertos en Almanjayar y buena gente; Tania, aparejadora y buena gente; Antonio, médico y buena gente aunque no está de acuerdo con lo que digo y, con Begoña, su mujer, me comunican en el facebook que esto es mucho chau, chau, y así un largo etcétera de buenas personas.

Un largo etcétera como Paco Cuenca, maestro, padre, servidor público y buena gente.
Claro, gente con defectos, con dolores, con incongruencias como todos si no fuésemos tan hipócritas. Porque todavía no he conocido a nadie que carezca de aristas. La vida es dura, la vida familiar también, el paso por el colegio, los complejos, el amor adolescente, la universidad y la apertura al mundo laboral, la pareja, los hijos, los padres que te faltan cuando uno se hace viejo y entonces continuas necesitando respuestas porque la vida no se cansa de plantear preguntas.
Paco, como yo, es socialista. Cayó el muro, los sueños de nuestros padres se cumplieron a medias, dentro del sistema capitalista. Un sistema ante el que parece que no caben las dudas. Pero yo proclamo humildemente mis dudas. Dudas porque ese sistema se propone destruir los asuntos comunes, los que nos afectan a todos. Por eso, honestamente, creo que necesitamos mantener nuestras dudas y conservar algunas convicciones.
La convicción de que desde la comunidad es posible hacer otra ciudad que va más allá de Granada.
Eso es Paco Cuenca y eso es lo que representa para esta ciudad junto con un grupo de personas que piensan que hay que dar la cara y aprender juntos. En cada visita de barrio es lo que aprendemos. En cada encuentro con cualquiera que cree en Granada: el joven empresario, los padres agobiados con el traginar cotidiano. Usted, tú, si quieres.