lunes, 20 de julio de 2009

El alcalde y su continua bronca


“¿Tú lo vas a pagar? Pues entonces, te callas”. Así de respetuoso se mostraba no hace mucho nuestro alcalde, Torres Hurtado, del PP, con un técnico de la Junta de Andalucía. Otra muestra de sus formas: “Soy chiquitillo, pero no un cobarde”, declaraba en la inauguración del centro We en contestación a la ausencia de la asociación de vecinos de La Chana por no tener arreglado el bulevar y los accesos a dicho centro. Nuestro alcalde es un fiera. Se bate el cobre ante cualquier adversidad y, aunque haya incumplido sus promesas, arremete y se defiende como perro acorralado que saca pecho con dentelladas aquí y allá, caiga quien caiga.

Durante la Asamblea Ciudadana que celebró en junio el PSOE, las vecinas y los vecinos de Granada nos dijeron que el partido socialista parecía dormido, pero con buen criterio también nos pidieron que abandonáramos la confrontación, que fuésemos duros cuando la causa fuese justa pero apostáramos por el diálogo y el acuerdo.

Pese a que esta fue la apuesta mayoritaria, pueden escucharse voces que nos piden que nos pongamos el disfraz de perro acorralado y que nos liemos a dentelladas para defender lo nuestro. Lo nuestro frente a lo de los demás. Lo nuestro como si demonizando a los demás nosotros ganáramos, como si hacer Andalucía no fuese una forma inteligente de hacer más Granada. Es decir, hay quien nos pide que nos liemos a hostias a la primera de cambio con el alcalde del PP, con el Gobierno andaluz, con ZP, con la Comisión Europea, con la ONU y con Dios bendito siempre y cuando sea para defender lo nuestro. Resulta que lo nuestro en esta ciudad y en esta provincia, como en el resto de Andalucía y de España, siempre fue lo de ellos. El alcalde, como siempre hicieron los conservadores en este país, confronta y reparte dádivas después: Una subvención por aquí, una paella gratis por allá. Pero que sepa usted que luego pasaré factura en forma de silencio. Compra, así, Torres Hurtado, el silencio, o lo que es lo mismo, la ausencia de crítica.

La confrontación parece ser la única vía para que crezca el orgullo de los granadinos. Y el alcalde trata de naturalizar este hecho. Igual que el cristiano se confirma, el granadino pasa también por un estado que el antropólogo, V. Turner, llamaba ritos de paso: A ver, usted, si quiere ser granadino, bájese los pantalones que le vamos a medir los cojones; ah, perdón, que es usted una chica..., pues le vamos a medir los ovarios o las mamas. ¿Qué no es científico? ¡Anda ya!, hemos inventado un tensiómetro que mide la presión que sentirá usted cuando nos demos de hostias con el mundo para defender nuestro granadinismo. Claro que la biología, la física, ya ha descubierto que no vivimos en un espacio de competencia absoluto. El conflicto no es la mejor forma de solventar nuestros problemas. Si queremos sobrevivir, y no sólo eso, si queremos mejorvivir, se impone la cooperación. Es la única salida para los retos que nos plantea el siglo XXI. Estar en pie de guerra no es natural, sino un hecho cultural. Con la confrontación estaremos abocados al fracaso. Será pues otro discurso, otro ideario el que no va hacer ganar las próximas elecciones municipales. Será la relación con la gente, la cooperación, la innovación, la alegría..., o no será.



martes, 14 de julio de 2009

Malas artes, sean pequeños o grandes


La ciudad parece vivir un enfrentamiento mezquino. No mientas, me dice mi buena amiga del alma, y aclara: La ciudad vive del enfrentamiento mezquino… En la prensa puedo leer a Sebastián Pérez, Presidente del PP de Granada, sin ética alguna, desde el pragmatismo más vil, apoyar al Presidente de CajaGranada para que defienda la autonomía de la entidad frente a la opresión que va a sufrir del exterior. He sentido nauseas; nauseas por un personaje que convierte la política en un golpe bajo, en una estrategia para hablarle al PSOE a través de la prensa y generar contradicciones. Cierto, querido lector, que la misma jugada hemos podido verla en ocasiones del otro lado. Pero quizás haya que aspirar a una actitud donde la política esté reñida con menos pragmatismo, un pragmatismo cartesiano y newtoniano que, desde el determinismo, desde el fin de la historia, pasando por el sálvese quién pueda, aunque sea robando, aunque sea gobernando sin mirar a los que sufren con tal de mantenerse en el poder, nos viene asfixiando. En Occidente no pasamos hambre, pero sufrimos el yugo de los más fuertes en el ámbito económico y, sobre todo, cultural, lo cual nos convierte en tontos manipulables que, ante la corrupción del PP en Valencia y el apoyo mayoritario de la ciudadanía en las pasadas elecciones europeas, los culpables, los que se han lucrado con el dinero de todos, menospreciaban el proceso judicial porque los votos les exculpaban. Esta política, iguales artes, aliada con poderosos es la que nos han llevado a la acumulación sin límite, al dinero fácil a cualquier precio. Claro que la hostia ha sido tremenda, sobre todo para los trabajadores, para los planes mundiales contra la pobreza, para la lucha contra el cambio climático, para cualquier causa no buena, sino justa.

Pudiera pensar un avieso, -o inocente-, lector que nada tiene que ver la actitud de Sebastián Pérez con aquellos que han provocado esta crisis global. Sin embargo, estas actitudes se cuajan en la práctica más cotidiana y asciende hasta la cúspide. Y nos contagiamos. Muchos caímos en esta trampa cultural y nos metimos a inversores en propiedades inmobiliarias pensando que el maná que recibíamos sería eterno. Y podríamos seguir con un sinfín de frustraciones personales, emocionales, derivadas del deseo esquizofrénico de poseer, de consumir, de jugar este juego de la abundancia.

Se necesita otro modelo donde las personas sean lo primero. No basta con salir del paso. Ese pragmatismo hay que dejárselo al PP, para combatirlo y ofrecer una alternativa cívica nacida de la comunicación con la ciudadanía. Porque más allá de que nos hayamos vestido con la piel del consumismo, del todo vale, de la inmediatez insensata, tranquilamente debe pergeñarse un modelo de convivencia basado en el consenso, en la convivencia, en la solidaridad, en la alegría plural.

Cierto que el pragmatismo ha sido más poderoso y ha ganado mil batallas, pero no es mejor que nosotros porque no siente, porque se rige por las tripas del poder a cualquier precio. Por eso hay que combatirlo, por eso necesitamos una revolución cívica, una coevolución ciudadana construida entre todos y todas. Leonardo da Vinci, escribió: "Algunos hombres ven las cosas como son y dicen, ¿por qué? Yo sueño las cosas que nunca fueron y digo, ¿por qué no?". Pues eso, por qué no lo vamos a conseguir.



lunes, 6 de julio de 2009

Pepe Torres: Ser porque será visto en su televisión


Pese a que los datos son de sobra conocidos, mi tía Enriqueta me hubiese pedido que los repitiera. Me contaba que en tiempos de Franco la fuerza de la dictadura estaba en repetir hasta la saciedad sus bondades acompañado por un aderezo de miedo con espinas. Sea como fuere, pese a su repentina muerte, -la de mi tía Enriqueta, quiero decir-, procuro hacerle caso siempre que viene a mi memoria, sobre todo porque así alivio el recuerdo de su rostro agrio. Le pido, querido lector, paciencia por si la historia que llega, ya la conoce. Los datos a que me refiero son los siguientes:

El ayuntamiento de Granada, gobernado por Pepe Torres, generó en el año 2008 un déficit de 41 millones de euros. La deuda acumulada total asciende a 293 millones. En ese ejemplo de contención económica que ha hecho el alcalde, se dejó de ingresar la cantidad de 21,8 millones de euros, que es lo que había previsto el PP. Lo peor es que gastó 36,5 millones de euros. Yo sé que al lector tanto número no sólo le puede aturdir, sino que con tanto baile pueda terminar pisándose a sí mismo. Pienso en la hipoteca de cualquier persona que, suponiendo que ascienda a 140.000€ como media, tiene una cuota mensual de algo menos de 1000 euros. Por tanto, cuánto no le estamos pagando los granadinos a los bancos.

Por todo ello, está claro que era una necesidad de la muerte que Pepe Torres comprara una tele local, Teleideal, por la no despreciable cantidad de 700.000€, constituyendo para ello una Empresa Municipal que ahora hay que mantener, dotarla de presupuesto, personal, alquiler de la instalación, etc. La TG7, que así se llamará la tele local del PP, tiene como responsable al intocable concejal, García Montero, cuyo mayor éxito cultural ha sido el Premio Internacional de Poesía. Así ha pasado por “progre”, pero su gestión cultural no tiene más méritos. En el caso de la tele, el proceso no ha podido ser más derechista: Un dedazo para que un experto hiciese un informe sobre la situación de las televisiones locales de Granada, y un procedimiento negociado sin publicidad que la ley de contratos del Estado obliga invitar a tres empresas, pero sólo se le consultó a Teleideal, pese a que el equipo técnico que entre todos y todas hemos pagado con nuestros impuestos está obsoleto.

Esto, de por sí, ya es preocupante, pero la posesión de una televisión municipal con este modus operandi tan de corte clientelístico y falto de transparencia, me lleva al sociólogo Pierre Bourdieu y su joya Sobre la televisión. Por qué, Pepe Torres, quiere salir en una televisión propia. Bourdieu, respondería que ser es ser visto en televisión. Para Bourdieu, la posesión de la televisión permite ejercer un control político y cultural sobre la población, ya que este medio es un colosal instrumento de mantenimiento del orden simbólico. Cierto que Bourdieu habla de la televisión como corporación empresarial, no de las televisiones públicas. Éstas están sujetas a control parlamentario. Que cada quién se ponga la mano en el pecho en cuanto a los contenidos y a las sutiles formas de manipulación, toda vez que las mayorías parlamentarias lo permitan. De hecho, el contenido de Canal Sur no sólo está lleno de lugares comunes que inciden en el estereotipo de lo andaluz y de la identidad andaluza, pero no ha sido comprada a un grupo empresarial que responde a unos intereses ideológicos determinados.

El problema, la pena, es que una televisión municipal es un medio idóneo para que la ciudadanía construya gran parte de los contenidos en aras a que pueda ejercer sus derechos democráticos, sin embargo, la tele de Pepe Torres se ha gestado mal desde el principio y la apuesta será el mantenimiento del status quo del PP. Y si no, apostemos.