lunes, 8 de marzo de 2010

María Santísima

Cuentan que Dios puso el ojo en una tierra hermosa, bella, inigualable para luchar contra los infieles. Cierto es que ese ojo lo puso después de correr el mundo desde su creación que, como se sabe, duró unos cuantos días. Tanto corrió y corrió que hubo que esperar a que se inventase la agricultura y el hombre se hiciese sedentario. Pero no, pasaron milenios, muchos siglos más. El hombre, -nunca la mujer-, comenzó a fundar ciudades. Y Dios ya tenía en mente a Granada. Pero no una Granada cualquiera. Era ya la Granada de Pepe Torres y de Sebastián Pérez. La Granada eterna que ellos han heredado. Pero no nos anticipemos. Decía que se forjaron ciudades, -todo de la mano de Dios todopoderoso-. Ciudades católicas, apostólicas y romanas. En ese momento, que no se sabe cuál es, pero que los historiadores locales católicos y de derechas, -algunos de ellos se declaran progresistas pero forma parte de la impostura que esta ciudad Santa sostiene-, Dios hizo el milagro.

Digresión: Yo creo que Dios nunca se ha sentido a gusto en ningún lado mundano. Pero el caso es que aparecieron unos mártires, unos santos que, la historia, la local pero honesta, ha demostrado que no existieron. Fueron unos impostores. No se lo propusieron ellos, es que no existían. Granada nunca fue fundada por los cristianos católicos, apostólicos y romanos. Pero para colmo de impostura, ante la dominación hereje de los árabes, musulmanes y moros, aparecen pruebas fehacientes de que antes que mora, Granada fue cristiana.

Y como Dios nunca se ha sentido a gusto en ningún sitio, pues tampoco en Granada. Fue, a la postre, una impostura humana y gestada recientemente. No de ayer mismo, pero casi si tenemos en cuenta la vastedad de la existencia no ya de este mundo sino del Universo. Que la respuesta última sea Dios, a mí, mire usted, me place. Que la causa de la Granada eterna sea la impostura de unos integristas católicos, pues qué quiere que le diga, me jode.

Yo creo en una sociedad laica. Una sociedad laica donde la omnipotencia no sea la razón absoluta, la ciencia. A ver si hemos matado a Dios y ahora la dominación va a ser otra Verdad. A fin de cuentas, es una narrativa más. Una narrativa de dominación.

Yo creo en una sociedad laica de hombres libres, pero también iguales en cuanto a las oportunidades de desarrollo personal y, sobre todo, colectivo. Una sociedad donde el granadino tenga las mismas oportunidades que el latino o que el chino. Una sociedad, en suma, justa.

Pero no, en Granada, la Justicia es divina y esta es la tierra de María Santísima. Amén y todos de rodillas. Que se caigan los crucifijos de las aulas, que revienten los profesionales de los servicios sociales. Aquí beneficencia y sopa boba, y una buena ley de pobres, de vagos y maleantes. Porque si esta es la tierra de María Santísima, es que quien lo dice es heredero de aquellos impostores y de otros no menores como fueron los franquistas.

Pobre Granada, elegida por Dios y en el furgón de cola de España. Esta es la estrategia del PP. Quejarse y fomentar el clientelismo político. Esa era la moda de dominación en la que se fraguó la impostura de los mártires que fundaron Granada. ¡Oh, San Cecilio, mito de nuevo cuño!

Yo, la verdad, prefiero las habas y la saladilla. Y la tradición siempre y cuando pueda encontrarme con mis amigos y compartir un rato agradable. Además de soñar que esta tierra se forja entre todos y que puede salir de ese furgón de cola. Con trabajo, con mucha calle y con muchas zapatillas.

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