viernes, 28 de agosto de 2009

Un poco de rock´n´roll

Pensaba que la derecha no sabía divertirse. Luego, cuando me hice hombre, comprendí que la derecha se divierte cuando es capaz de copiar, sin pudor alguno, la forma en que el pueblo siempre ha jugado su festividad, pero la derecha lo hace en grupo y de forma privada. Más tarde, cuando descubrí que había dejado de ser hombre y devine en objeto, supe que la derecha, en general, se divierte a fuerza de mantener su estatus. En Granada, esta apuesta ha derivado en aburrimiento. Así, cada vez que veo al alcalde y a sus concejales, me digo que estos señores y señoras del gobierno de la ciudad se aburren como se aburre un niño en una sala de visitas del hospital cuando no es él quien está enfermo. Pero al contrario que al niño, que podemos verlo arrastrarse por el suelo, conversar con cualquiera, gritar para probar su voz en el silencio o arrojarse sobre las rodillas de sus padres desesperado por la espera, los señores de este gobierno municipal reciben el micrófono de cualquier medio y sueltan su consigna desganados. Sí, es verdad que en ocasiones alguien le saca los colores, normalmente la oposición, y al día siguiente sueltan dardos. Dardos porque cuanto más vacía es la argumentación, más duros son los ataques ad hominem, es decir, que van contra alguien, bien ZP, bien Griñán, bien los malos de Sevilla. Pero, en el fondo no les importa porque ellos son los amos. Antes era un juego macabro y consciente. Ahora es una coletilla macabra y consistente. Es el efecto somnoliento de la mayoría absoluta. Una mayoría absoluta que parece inmutable. “Puede que perdamos algunos votos, alcalde, pero esto está chupao”. Mientras, el alcalde bosteza y con trabajoso esfuerzo mueve la cabeza y da la razón al presidente del partido. Sólo al cabo de unos eternos segundos, dice, “Hombre, yo creo, -y en ese momento se le escapa otro bostezo gigante-, que no hay que fiarse de las apariencias”. Pero la frase no deja de ser una frase hecha para salir del paso. Qué aburrimiento. Y por eso, la ciudad, esta ciudad sin alicientes en la que vivimos, discurre sin tono alguno. A la derecha le va bien en el poder para tener a los suyos colocados, para beneficiar a unos pocos, pero tras el primer mandato han perdido el poco brío que tenían. Es como si esta derecha pensase que siempre gobernó en esta ciudad. Así, a fuerza de aburrimiento, de esta atonía tan ruidosa, pero tan narcótica, los ciudadanos van a sus quehaceres con un andar plomizo. A uno, ante esa estampa callejera, le da por solidarizarse y, acomodado en el asiento del autobús con la cabeza echada en el cristal, cansado, pienso que un poco de lluvia de jalea real nos vendría de muerte.

Qué aburrimiento parecer una ciudad de provincias de los años 50 con las calles atascadas de coches modernos. Nada por aquí, nada por allá. Nada. Aquí no pasa nada. La Universidad matricula, los propietarios reciben a los estudiantes, pero volveremos a hablar de botellón. La Caja cuenta morosos, ingresa los pocos ahorros de estos tiempos, ofrece algún crédito, pero hablaremos de fusiones y el enojo provinciano acabará en un bostezo lejano pero lleno de ruido al principio.

Bosteza usted, bostezo yo, bosteza la pantalla del ordenador y a usted le bostezará la paciencia. Si al menos protestara la paciencia. Granada es una ciudad que padece narcolexia, ¡pobre! En el coche de vuelta a casa suena un poco de rock´n´roll. Bien, pero quién se mueve ante esta pereza colectiva, en mitad de este sopor citadino.

miércoles, 26 de agosto de 2009

El urbanismo como tostón insoportable

Día sí y día también, podemos leer en prensa noticias que tienen que ver con el urbanismo, ya sea por la construcción de vivienda, bien por la necesidad de rehabilitación de inmuebles o de un conjunto de ellos en determinados barrios, bien la ubicación del ferial o bien, por ejemplo, leemos sobre la necesidad de escuelas infantiles, de un centro de salud o de la mejora de accesos, y todo ello relacionado con los Planes Generales de Ordenación Urbana, el desarrollo de Planes Parciales, etc.

Día sí y día también, en los artículos de opinión y las noticias, uno tiene la sensación de que debe aprender primero urbanismo para entenderlo y no digamos para opinar.

Al final, uno tiene la sensación de que o te conviertes en un técnico o difícilmente podrás conocer de qué va toda esta maraña. Por eso, son frecuentes las personas que opinan que da igual que gobierne la derecha o la izquierda en un municipio, ya que, por encima de las ideologías cabalga la lógica racional del conocimiento técnico; un conocimiento, además, basado en la aplastante lógica científica. Y así, uno se imagina a un político, hombre o mujer, en un despacho rodeado de técnicos a verlas venir mientras éstos dibujan viales, equipamientos, desarrollos, etc., porque, como se sabe, los análisis técnicos tienen en cuenta sólo aspectos sociales de carácter cuantitativo. Ya sabe, usted no existe y sólo es un número. Estos aspectos son sociodemográficos en su mayoría. Usted puede reconocerse si está en el intervalo de personas de sexo X y tiene el número de hijos X, tiene un salario X y, sobre todo, puede usted reconocerse porque, como muchos, su movilidad, por ejemplo, el número de desplazamientos de casa al trabajo coincide con la familia X y, lo más importante, en la zona en que usted reside existe un espacio verde con X metros cuadrados que no cubre la media de metros cuadrados para el conjunto de la población formada por un número X de individuos. Por tanto, son necesarios tantos viales, tantos parques, tantos colegios y el presupuesto total es X euros.

Pero claro, resulta que Granada, por ejemplo, ya no es Granada, sino también su área metropolitana, y resulta que los técnicos no contaron con el número X de Armilla que, para joder, utiliza las instalaciones deportivas de Atarfe porque allí vive su hermano X que le cuida los hijos por la tarde ya que el de Armilla trabaja y, los jueves, de 20 a 21 horas, juega con su prima hermana X en el polideportivo a cambio de cuidar el de Armilla a los sobrinos de su hermana X los domingos por la mañana porque ésta tiene turno como policía local de Granada, aunque primero fue de Huétor Vega y después de Santa Fe hasta que tuvo oportunidad de marcharse a Granada, pero se casó y su familia era de Atarfe y allí los arrastró a todos, pero igual que su hermano está empadronado en la casa de sus padres que, para remate del tomate, “remanecen” de Pórtugos.

Es evidente que todas estas soluciones tan particulares no las pueden tener en cuenta los técnicos urbanistas, pero también es evidente que la realidad es cada vez más compleja y que, para empezar, es necesario un equipo multidisciplinar para trabajar y, en segundo lugar, las concepciones y vivencias que los ciudadanos tienen de todo el proceso urbanístico deben también estudiarse si lo que queremos es una ciudad de ciudadanos comprometidos y no meros agentes pasivos. Que todo puede ser. Y la tarea del gestor público es desarrollar todo este trabajo, junto con el diseño de políticas que acerquen esta materia árida en algo atractivo porque, a fin de cuentas, es la gente la que vive, sufre, padece y siente la ciudad. Continuará...

martes, 18 de agosto de 2009

Malditos roedores

De todos es sabido, -y si alguno no lo sabe yo se lo cuento pues la Verdad es una y trino-, que el Subdelegado del Gobierno de Granada no está de vacaciones, sino que se dedica en estos calurosos días a recorrer los municipios de la provincia, pero no para visitar alcaldes y ver obras del Plan ZP, sino para aleccionar a los guardias civiles. Se rumorea que, además, almuerza con jueces y, para no dejar cabo suelto, también con los jueces de paz de Lobras, Cherín y hasta Carataunas. Y todo para hacer méritos. Se cuenta que si Rubalcaba se dedica a espiar a toda la cúpula del PP, ayudado por jueces sociatas y socialistas de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, -¡todo está infectado, Gensanta!-, aderezado por la prensa afín, pues el Subdelegado del Gobierno sólo hace que emular a su superior, dentro de esta estrategia persecutoria que intenta destruir los cimientos de nuestra patria. No podría asegurarlo, pero se rumorea también que, además de socialistas y masones, estos sátrapas están ayudados por judíos y antiguos moriscos, sobre todo en Granada. ¡A los pies de Dios, por estas! De hecho, aunque no de derecho, todo parece indicar que dinero proveniente de sefardíes ayuda a formar a los agentes del Estado. Así que cuidado, son okupas.

Qué hacer entonces: Efectiviguander, lucharemos con todas las fuerzas a nuestro alcance, aquí y en la UE.

Perdonen la coletilla, pero como todo el mundo sabe, los socialistas han metido por enchufe a los guardias que hoy, supuestamente, velan por las supuestas libertades de nuestra patria. Y todo, como en el caso de Granada, con la ayuda del Arzobispo, un hombre divino que siempre medió en estos temas, un gestor eclesiástico infalible que me cuentan ha claudicado y es un anticlerical porque no soportaba el vergajo de los agentes del C.N.I.

Y por eso, suena que los nuestros, con Sebastián Pérez a la cabeza y el loable alcalde, Torres Hurtado, preparan una estrategia de vanguardia guerrillera, al modo de las cédulas comunistas, para revelar esta Verdad que nos quiere erradicar de la faz de la Tierra. Resistiremos. ¡Patria o muerte, valga la redundancia! puede ser la nueva consigna. Pero mientras escribo me susurran que es sólo un proyecto frustrado porque el pueblo manipulado nos podría acusar de marxistas procastristas, y eso sería devastador. Así que igual volvemos a la canción Libertad, libertad.

Y todo, también se vilipendia, -¡Dios mío ten piedad!-, por ayudarnos entre nosotros y luego traicionarnos y arrancarnos la piel a tiras. A quién le importa, -podría ser otro eslogan- que los del PP, los nuestros, ayuden en un momento determinado con contratos o sin ellos, qué coño, a empresarios afines y luego éstos ofrezcan una ofrenda y una parte al partido para llenar, por qué no, las mesas de interventores, o que nos espiemos, o lo que nos salga de los mismísimos “manda güevos”. Déjennos vivir en libertad. Por qué va el alcalde a quitar la estatua de Bibataubín si esa es nuestra memoria, por qué vamos a permitir que unos desaprensivos pongan una placa en el cementerio para honrar a unos fusilados republicanos. El muerto al hoyo y el vivo al bollo. Por qué va a ser para nosotros un día triste si hace 73 años alguien asesinó a Federico. El dolor no se expresa, se reprime, hostias ¡Cago en tó lo que se menea, aprieta los dientes copón!

jueves, 13 de agosto de 2009

La extraña historia de Agustín Expósito

Agustín Expósito nació en Francia y vivió en Granada durante más de sesenta años después de escuchar una llamada de otro mundo। Decrépito mordaz a la manera de un viajero que recorre las calles a la busca del sentir de la ciudad, fumaba en pipa y se calificaba como un humanista folk interesado en descubrir la identidad de Granada. Agustín Expósito sólo hablaba de Granada. Para él, la identidad citadina se hallaba en el Albaicín y el Realejo y cargaba todas sus culpas sobre los Reyes Católicos. Me aseguraba que nunca cruzó la línea que abría estos barrios al resto de la ciudad. Yo desconocía si había tenido mujer e hijos, a qué se dedicó los primeros años de su vida, aparte de a su búsqueda. Sin biografía, este personaje era todo un misterio. Por eso, acostumbrado como ya estaba a sus largos monólogos, la única actitud que pude tener ante él era la de escuchar y observar sus gestos, los muebles de su casa y la austeridad del decorado, la ausencia de libros sorprendente en una persona que durante sus disquisiciones aportaba mil datos, fechas, personajes, ambientes. En ocasiones, cuando hablaba, Agustín Expósito cerraba los ojos y hablaba como si estuviese en trance; yo aprovechaba para levantarme con sigilo de la única silla que había en su casa, -él se sentaba en un sillón de terciopelo rojo gastado-, y buscaba un cuaderno al menos, un lapicero, una prueba que demostrase que en algún lugar escondía el saber que albergaba. A veces pensé que Agustín Expósito no era más que un triste demente solitario.
La última noche que nos vimos me recibió embutido en una bata de paño. Le pregunté si tenía fiebre porque estábamos en agosto. Su casa constaba de dos habitaciones engalabernadas cuyas ventanas dan a un patio interior de no más de un metro cuadrado por donde era difícil que entrase el fresco de la noche granadina. No, me contestó, no tengo fiebre, ni he cogido un constipado; pasa y siéntete, dijo imperativo. Como siempre, me senté en la silla y aguardé que tuviese a bien comenzar el relato al que ya me tenía acostumbrado en cada visita acerca de Granada. Mientras, Agustín Expósito, cargaba su pipa con delicadeza. Tú conoces, me preguntó, ese cuento de Carpentier en el que la historia no camina desde el pasado al futuro, sino que desde el futuro, es decir, el presente, se camina hacia el comienzo. Sí, le contesté. Pues eso mismo ha sucedido siempre en tu ciudad, declaró, y en ello está empeñada. Y en su ciudad, repliqué. Bueno, sí, qué más da detenerse ahora en cuestiones de procedencia y pertenencia. Señor, Agustín, usted desde que lo conozco no ha hecho otra cosa que hablar de ello, sin hablar de usted mismo. Calla ahora chico; tengo que comentarte algo muy importante. Respetuoso, guardé silencio y me dejé envolver por el humo de su pipa, por el olor del tabaco quemado, por los claroscuros de su habitación iluminada con una lamparita apoyada en el suelo. No sé si pasaron segundos o varios minutos, la verdad es que me había detenido en el ascenso de una diminuta araña por la madera de la ventana. Granada…, comenzó, Granada nació muriéndose, por eso resiste. En ese momento, exhaló un suspiro atronador y cerró los ojos. De inmediato, lo zarandeé, no respondía, llamé al médico y cuando llegó sólo pudo certificar su muerte. Realicé declaraciones y trámites que en ese momento me molestaron, pero que entendí necesarios dadas las circunstancias. Después, salí a la calle y comencé a caminar. Doblé varias esquinas y volví a encontrarme delante del portal de la casa de Agustín Expósito. Un poco asustado, di media vuelta y tomé una calle que, lo hubiese jurado, conducía a la calle Gran Vía. Sin embargo, las calles parecían encogerse, como si de un espejismo se tratara pues se esquinaban cuando yo percibía un camino recto. De modo que retorné a la puerta de entrada del edificio donde vivía Agustín Expósito con la intención de comenzar desde un punto cero. No sé cuántas veces busqué el camino de vuelta a mi casa neurótico ya por el cruzar de calles que, de pronto, se habían tornado desconocidas y laberínticas para mí. No sé cuántas esquinas alcancé, cuántas aceras bajé y subí, a cuántas personas pregunté. Huían de mí como si yo fuese un demente. La última vez que recuerdo que topé con el portal de Agustín Expósito, empujé la puerta, entré al portal y me dormí en las escaleras. Cuando desperté, subí hasta la vivienda de Agustín Expósito. Había un folio en el suelo como si fuese un felpudo. Lo cogí y, al darle la vuelta, leí una nota dirigida hacia mí. Seguí las instrucciones y me dirigí al espejo del baño. Efectivamente, la ciudad había muerto y yo ahora tenía 78 años. Moriría justo después de nacer, o si lo prefería antes de haber nacido.

sábado, 8 de agosto de 2009

Cuando la política se hace pensando en el otro


En esta ciudad los partidos políticos han vivido demasiado tiempo haciendo su política en función de la respuesta del contrincante y del reflejo de las respuestas y contrarrespuestas que la prensa local ofrecía. No sabría calibrar la impresión ciudadana sobre este tema, pero quizá el desapego haya sido la respuesta. Desapego por la forma de abordar los asuntos públicos, que no tiene por qué traducirse en desinterés por los temas, sino por las formas. Durante la asamblea ciudadana los vecinos y vecinas tenían una opinión sobre el metro, por poner un ejemplo. Una opinión cercana a los mensajes del PP: El metro mejor que vaya soterrado porque así se gana tiempo; si tengo que ir desde Armilla hasta Peligros tardaré menos en coche; si Sevilla tiene metro, metro de vedad, por qué nosotros tenemos que tener un tranvía. El ciudadano no entendía qué papel estaba jugando la Junta de Andalucía, pero sí que entendía cuál era el papel que jugaba el PP y el alcalde y, sin embargo, en ningún momento se abordó un debate riguroso, político, sobre el metro. No digo que no se hayan dado argumentos en la prensa, pero sí que parece que el PSOE siempre ha ido a la contra, defendiendo un modelo, el interés general, pero sin capacidad para generalizarlo.
El PP mantiene una postura pragmática, hipócrita sobre cualquier política que desarrolle la Junta de Andalucía en la ciudad, centrada en el corto plazo y la confrontación, en el mantenimiento de la movilización de su base electoral. Y la respuesta del PSOE siempre ha ido a remolque de las críticas que el alcalde vertía en la prensa.
Cuando Moratalla era alcalde y lo entrevistaron tras las elecciones en las que perdió el PSOE, le preguntaron en qué había fallado. Su respuesta, en la que estoy seguro que él creía, era errónea: Hemos hecho una buena gestión pero hemos comunicado mal lo que habíamos hecho. Para empezar esta declaración mostraba el error que seguimos cometiendo al confundir la información con la comunicación. La gestión política hoy, para ser calificada como buena, debe estar orientada al consenso, y el consenso se basa en la comunicación, y la comunicación es acción política y participación de los ciudadanos, es encuentro y cooperación. Así, se aprobó un PGOU y se sanearon las cuentas del Consistorio, pero se hizo de espaldas a la ciudadanía. Seguro que se informó en la prensa, pero no hubo apropiación.
Vivimos en un mundo complejo y fluido, donde las partes ya no sirven para mostrar el todo y, sin embargo, la vida política actual se sigue parcelando: el metro cuando lo que hablamos es de movilidad de una entidad mayor que es el área metropolitana, o del Campus de la Salud, cuando lo que hablamos es de un modelo de desarrollo económico basado en la innovación y en el conocimiento.
Todo ello exige grandes dosis de estrategia y una organización dispuesta a patearse la calle, a tocarse con la gente y a sentir con ellos porque los que formamos parte de la organización somos, eso, gente, tejido, rama del árbol.