Realmente me parece intolerable la torpeza que hemos tenido a la hora de desenvolvernos con el PP. Intolerable suena quizá demasiado vehemente, sobre todo porque ellos hacen política desde el cinismo más absoluto. Pero lo importante es que nos demos cuenta de lo que ocurre y, sobre todo, de cómo hacerle frente. Porque hay que hacerle frente. No porque esto sea una guerra a muerte. No, ni mucho menos. Simplemente esconde un proyecto político para Granada que en nada beneficia a los granadinos. Como dijo Jara en el Zaidín, para él Granada es siempre de “carne y hueso”, es decir, gente concreta: usted, mis vecinos, sus padres, sus hijos, yo. Y ciertamente hay que rebelarse contra ese proyecto político que nos mantiene, como dice Paco Cuenca, adormecidos, atolondrados, añado yo, y aburridos también, hartos, cansados. ¡Uf, qué cansino es el discurso del PP! Tanta pelea sin sentido, tantos dimes y diretes, tanta confrontación de patio de colegio: ¡Qué no, qué tú, pues anda que tú, ni pensarlo, nos castigan, son malos!
Al PP le falta decir que los demás son tan malos que mejor borrarlos del mapa. Es una guerra tan estéril que lo mejor, pienso yo, es cortar por lo sano. Algo así como un ¡ahí te quedas!, un ¡me planto!, un alto y claro ¡ya está bien!
Los responsables políticos de la Junta quieren dialogar, y podemos leer en los periódicos cómo incluso, para que un tema salga adelante, se tiene que pactar un silencio entre las partes, es decir: ¡Por favor, no rajemos en público, lo importante es acabar esta o aquella obra!. El otro día pude leer un recorte de periódico en este sentido que tenía que ver con el Cuarto Real de Santo Domingo. Pero no hay manera, como el PP vea que en el asunto hay carnaza no se perdona ni el mes de agosto para salir pitando con el atril a cuestas y rueda de prensa fiera ante unos periodistas que han sacado del agua de la playa.
Y al día siguiente la misma farsa, y al otro y al otro. Un no parar, como dice la expresión. En definitiva, un auténtico coñazo para la ciudadanía, un ruido estridente que, cómo no, esconde un objetivo ideológico: que cada vez pensemos que todo da igual, que todos somos iguales, que no tenemos remedio, -sobre todo los políticos-, que todo es relativo.
La respuesta ciudadana que se persigue es la desafección, un gran y rotundo, ¡paso de vuestra mierda!
Los delegados de la Junta tienen la obligación moral de acertar en esta contienda ideológica donde nos jugamos que la gente piense que los asuntos públicos les pertenecen y deben interesarles. Pero no sólo los delegados, también los diputados y diputadas, el partido en su conjunto, Paco Cuenca como candidato a alcalde, usted si siente afinidad ideológica, y usted, y yo, como cualquier otro ciudadano, como cualquier otra persona que quiere ser dueña de su vida y no ceder esa soberanía al PP, ya que éste nos dice: No se preocupe por la política, ya lo hago yo por usted.
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