jueves, 5 de noviembre de 2009

Lo que el alcalde invierte en mí; y en usted

El otro día, exactamente el 26 de octubre, La Opinión de Granada publicaba una noticia cuyo titular era muy ilustrativo de la gestión económica del PP en el ayuntamiento. Pero los que saben de política, me comentan que esta entrada en mi blog debería centrarse en criticar al PP en aquellos aspectos que los ciudadanos tienen una información, digamos, distorsionada, como por ejemplo, la que hace referencia a los más de mil euros que un contratado municipal del PP se gastó en las Fallas de Valencia del año pasado. Pero de economía, de eso mejor no hablar, porque en estos momentos de crisis económica quien paga el pato es el partido en el gobierno central. Los ciudadanos echan la culpa del desempleo a Zapatero, y de sus cuentas también a Zapatero. De modo que nada de hablar de economía porque nada se logrará con la crítica y, la imagen del alcalde, Torres Hurtado, quedará impoluta. Para empezar, habría que ser un iluso para creerse que las palabras escritas de un blog, -y más si son mías-, podrían dañar la imagen del alcalde. En segundo lugar, tendría que ser lo que no soy para proponerme dañar la imagen del alcalde. Y, sin embargo, las palabras, para mí, fatuo tal vez, tienen el poder que Blas de Otero les encomendó, más allá del daño a la imagen de un personaje. Las palabras en estos tiempos tan raudos, tan veloces, tan exigentes con lo inmediato, son necesarias. Y yo no encuentro mejor antídoto ante tanta coyuntura como sentarme a escribir para poder comprender(me).

Nuestra piel de toro está salpicada de casos de corrupción, de cualquier partido, y poco debería extrañarnos que la respuesta ciudadana sea el desapego (RAE: desprenderse del afecto o afición por alguien o algo). Para mí, la consecuencia natural de la crisis económica que vivimos, fraguada, cocida a base de especulación, de corrupción en suma, no puede traer consigo otra cosa que corrupción. No obstante, más allá de la financiación de los partidos, la de los ayuntamientos, de la seriedad de un país, -de sus ciudadanos también-, que permite que tipos como “el pocero” sean referentes en un momento determinado; digo, más allá de todo este debate ético, estético, normativo, político, el sistema demuestra, nos demuestra que sigue vivo y coleando, que se ríe de nosotros. Culturalmente, vivimos en un mundo en el que todo, incluso nosotros, sobre todo nosotros, tenemos precio: prestigio, riqueza inmediata, hedonismo..., y quienes mueven esos hilos, que no son tres, ni cuatro, pero tampoco usted ni yo, ganan batalla tras batalla frente a la democracia, la justicia, la libertad y la igualdad.

Ayer mismo, tal vez fue antesdeayer, no me acuerdo, Camps, en Valencia, cerraba la crisis del PP en esa comunidad y aparecía flanqueado por cinco varones, cinco hombres muy maqueados que demuestran que el poder es cosa de hombres, de varones que saben de qué va la cosa. La estética era tan arrugada, tan casposa, que tuve que cerrar los ojos con la esperanza de que al abrirlos me encontraría con otra fotografía.

El hecho es que el capital juega y se divierte hablando de democracia a fuerza de darle mamporros en los lomos y en la cerviz. De esta forma logra que la respuesta ciudadana sea el desapego y, cuanto más desapegados, más fuertes son ellos aunque personajes como José Luis Sampedro, economista además de escritor, pese a su edad, dé saltos en la silla anunciando el fin del capitalismo, aunque no de la dominación.

El caso es que el alcalde de Granada, -y perdón por la demora en centrarme en el objeto de esta entrada-, antes de la crisis, en 2006, recogía 601,55 euros por habitante y cada habitante, usted y yo, recibíamos 70,35 euros en forma de servicios, es decir, lo que este alcalde invierte en parques, infraestructuras, subvenciones, etc. La economía está para no tocarla en estos momentos, me dicen, empero, yo pienso, -no quiero decir que alumbre, y menos a usted-, y me digo que esto no encaja con su imagen de defensor de los granadinos y granadinas.

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