El otro día, exactamente el 26 de octubre,
Nuestra piel de toro está salpicada de casos de corrupción, de cualquier partido, y poco debería extrañarnos que la respuesta ciudadana sea el desapego (RAE: desprenderse del afecto o afición por alguien o algo). Para mí, la consecuencia natural de la crisis económica que vivimos, fraguada, cocida a base de especulación, de corrupción en suma, no puede traer consigo otra cosa que corrupción. No obstante, más allá de la financiación de los partidos, la de los ayuntamientos, de la seriedad de un país, -de sus ciudadanos también-, que permite que tipos como “el pocero” sean referentes en un momento determinado; digo, más allá de todo este debate ético, estético, normativo, político, el sistema demuestra, nos demuestra que sigue vivo y coleando, que se ríe de nosotros. Culturalmente, vivimos en un mundo en el que todo, incluso nosotros, sobre todo nosotros, tenemos precio: prestigio, riqueza inmediata, hedonismo..., y quienes mueven esos hilos, que no son tres, ni cuatro, pero tampoco usted ni yo, ganan batalla tras batalla frente a la democracia, la justicia, la libertad y la igualdad.
Ayer mismo, tal vez fue antesdeayer, no me acuerdo, Camps, en Valencia, cerraba la crisis del PP en esa comunidad y aparecía flanqueado por cinco varones, cinco hombres muy maqueados que demuestran que el poder es cosa de hombres, de varones que saben de qué va la cosa. La estética era tan arrugada, tan casposa, que tuve que cerrar los ojos con la esperanza de que al abrirlos me encontraría con otra fotografía.
El hecho es que el capital juega y se divierte hablando de democracia a fuerza de darle mamporros en los lomos y en la cerviz. De esta forma logra que la respuesta ciudadana sea el desapego y, cuanto más desapegados, más fuertes son ellos aunque personajes como José Luis Sampedro, economista además de escritor, pese a su edad, dé saltos en la silla anunciando el fin del capitalismo, aunque no de la dominación.
El caso es que el alcalde de Granada, -y perdón por la demora en centrarme en el objeto de esta entrada-, antes de la crisis, en 2006, recogía 601,55 euros por habitante y cada habitante, usted y yo, recibíamos 70,35 euros en forma de servicios, es decir, lo que este alcalde invierte en parques, infraestructuras, subvenciones, etc. La economía está para no tocarla en estos momentos, me dicen, empero, yo pienso, -no quiero decir que alumbre, y menos a usted-, y me digo que esto no encaja con su imagen de defensor de los granadinos y granadinas.
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