martes, 12 de mayo de 2009

Ría si quiere, pero es para llorar

Miguel Ángel Madrid

Mi tía, Enriqueta, la jodía, decía que era mejor reír que llorar. Pero es que la tía Enriqueta era una mujer de armas tomar. Cuando yo era niño, me colmaba de bocadillos de mantequilla con sal que debía comerme sin rechistar. Yo prefería que lo edulcorara con cola-cao al menos, pero entonces la mezcla dulce-salado no se había inventado. Yo, cómo no, lloraba. Ella, la jodía, reía. Eso le pasa a Torres Hurtado, nuestro insignificante alcalde de nuestra ilustre ciudad. Deben perdonarme, pero el protocolo no es mi fuerte. Sí, señor, el alcalde ríe por no llorar. Ríe por los comentarios de dos señoras. Textualmente, dice: “Pero que digan estas señoras que tengo que controlar (a la Rober) es lo único que me falta”. Acabáramos, por dios. Estas dos señoras son, Carmen García Raya y Lola Ruiz, portavoces municipales del PSOE y de IU, respectivamente. Dos mindunguis, hombre; qué diga, ¡mujeres!


142.000€ de nada ha desfalcado un empleado de la empresa Rober, lo que, en estos tiempos de crisis, ha supuesto, en principio, el retraso en el cobro de la nómina de los conductores. Algo sin importancia, vamos, que querrían ellos llorar, pero en cambio, ríen; ríen a carcajadas. Además, el tráfico ha mejorado ostensiblemente durante el desfalco, lo que añadido a la mensualidad de la hipoteca y cuatro gastillos más, les hace afrontar el día con una sonrisa de oreja a nuca.

A mí me gustaría que mi tía Enriqueta viviera todavía. Pero con sus bigotes y los pelos afiladísimos de su barbilla, para que se sentara a reír con el señor, Torres Hurtado. Qué jodíos, y que rieran a pierna suelta y sin preocupación porque, a fin de cuentas, no se trata más que de una empresa privada y el ayuntamiento y el alcalde no tiene por qué meter las narices donde no les llaman. Me imagino de ambos con las señoras a quienes se refiere el alcalde: A ver, le pregunto lista, usted metería las narices en una fábrica de ladrillos con la que está cayendo en el sector si se cerrara, diría el alcalde. Y mi tía lo apoyaría con la siguiente sentencia: Pos no, porque por ejemplo, María, la de la droguería de debajo de mi casa, listilla, y entérese ya, tuvo que cerrar la tienda por gastarse lo que ganaba en vestidos; a ver, dígame, señora sabelotodo, metí yo las narices en ese asunto; no, un no como la copa de un helado de los italianos porque no era mi problema. Ese era su problema, un problema privado y de su absurda incumbencia. Así que, ale, a reír porque es mejor que llorar.

Qué buena pareja política hubiese hecho el alcalde con mi tía Enriqueta, la jodía.
Si es que está claro. Lo privado, privado es, Requiem aeternam, y así sea, y así sea. Qué esta empresa no vende ladrillos o estropajos, lo mismo da, que me da lo mismo. Que esta empresa ofrece un servicio público que pagamos todos los granadinos y granadinas con nuestros impuestos, pues ajo y agua. Da igual. Lo nuestro es, como dice, Torres Hurtado, a la oposición, ¡perdón!, quiero decir a estas dos señoras, simple y llanamente, “desconocimiento”. Y santas pascuas.

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