Miguel Ángel Madrid
No basta con hacer originalidades, sino que es indispensable ser original.
No sé de dónde vino ni cómo la hallé, pero esta frase con aire de máxima se instaló en mi memoria y allí ha anidado desde entonces. A veces me ocurre, como supongo que a usted también puede sucederle, y ese letargo de algunas de estas frases dura años, hasta que un algo inesperado, quizá el anhelo de ofrecer una explicación, la hace despertar.
Debo reconocer que, en primer lugar, en esta ciudad eterna a mí todo me suena a sucesos que más parecen originalidades. El PP, herederos del conservadurismo de siempre, aliñado con los años de la cultura franquista del ordeno y mando, de que esta tierra no es sino de ellos, se mantiene, sobrevive a base de una serie de originalidades de carácter perenne. Perenne porque todas se resumen en una primigenia: hacernos creer que Granada es su feudo y que, sin más, les pertenece.
Por eso, el alcalde y sus concejales se enfadan cuando alguien les lleva la contraria o pone en juego un simple, “sí, mire, pero es que nosotros pensamos que...”. En ocasiones, ese alguien es otra institución, y si se trata de la Junta o de la Diputación, el alcalde acude a la prensa y vocifera los daños y perjuicios que a su Granada hacen los malvados socialistas. En otras ocasiones, se trata de un colectivo ciudadano, de unos vecinos y vecinas. El alcalde y los suyos, en ese caso, sueltan un desaire o una regañina que recuerda los tiempos de un patrón inmisericorde. ¡Tamaña osadía cívica!
Es, pues, un ademán monolítico, una concepción cultural monocorde, inmutable.
La izquierda, silenciada durante 40 años de nada, aunque esos 40 años tuvieron que vivirse con sus días y sus noches, con sus horas y sus minutos, apostó por el cambio cultural, por la construcción de redes sociales que operaban con un espíritu común. Años en los que la ciudad debía equiparse en lo físico, en lo cultural. Fue un proyecto original. Luego nos complicamos y caímos en la tentación de crear originalidades, entre ellas la comodidad y el pragmatismo.
El PP, desde entonces, ha aprovechado la oportunidad y ha tomado la calle, que es su nueva originalidad aparente, pero que enmascara su originalidad perenne, es decir, su ciudad inexpugnable.
En el año 2007, la izquierda erró de nuevo porque olvidó que, cuando fue original generó una cultura colectiva en el que todos sumaban. Confundidos en la creencia de que el cabeza era lo único importante, -cuando en realidad lo trascendente es que el cabeza se contagie y contagie los lugares comunes-, apostó por la Granada de Javier, que es igual que decir que apostaba por la Granada de María, o de Sebastián. Y claro, nadie se contagió porque no era la Granada común. Si era su Granada, si esa era su originalidad en forma de apuesta, para ese viaje, las granadinas y granadinos prefirieron quedarse con la originalidad de Sebastián, que era la del PP.
Toca, pues, volver a nuestro proyecto original, un proyecto plagado de guiños ciudadanos, concebido culturalmente desde los espacios comunes, comunitarios, apelando a la concepción de que esta ciudad es la casa de todas y de todos los que viven en ella, que no tiene dueños privativos con derecho de uso. Y en ese camino, toca que la izquierda, el PSOE, lidere una apuesta por la participación ciudadana, por la comprensión de un espacio metropolitano, por la cultura como motor de desarrollo y creatividad, por el conocimiento y la educación. Esa y otras, son nuestras fuerzas, siempre desperdiciadas por un partido, como el popular, que cada día es más populista.
jueves, 28 de mayo de 2009
viernes, 22 de mayo de 2009
Leyendas granadinas y europeas
Miguel Ángel Madrid
Mi tía Enriqueta decía que esta ciudad estaba habitada por la leyenda; recorrida, perseguida por la leyenda y que no nos podríamos librar de esta maldición a causa del viento. Yo le replicaba que no era cierto porque en Granada el viento aparece pocas veces al año, pero la jodía insistía mordaz: Pareces tonto niño; por eso mismo, porque aparece pocas veces, no se limpian las cabezas. Yo intentaba defenderme e intentaba, como se dice vulgarmente, rizar el rizo, pero la tía Enriqueta se hacía la señal de cremallera en su boca y a mí comenzaba a darme pánico el ruido de los pelos de su bigote en fricción con sus dedos ásperos, de lija.
Mi tía Enriqueta decía que esta ciudad estaba habitada por la leyenda; recorrida, perseguida por la leyenda y que no nos podríamos librar de esta maldición a causa del viento. Yo le replicaba que no era cierto porque en Granada el viento aparece pocas veces al año, pero la jodía insistía mordaz: Pareces tonto niño; por eso mismo, porque aparece pocas veces, no se limpian las cabezas. Yo intentaba defenderme e intentaba, como se dice vulgarmente, rizar el rizo, pero la tía Enriqueta se hacía la señal de cremallera en su boca y a mí comenzaba a darme pánico el ruido de los pelos de su bigote en fricción con sus dedos ásperos, de lija.
Para mi tía Enriqueta, la jodía, el problema de la falta de viento suponía una asfixia porque no nos llegaba el viento europeo ni latinoamericano, es decir, Granada era poco menos que un páramo terrible. Si estuviese viva, la tía Enriqueta no aprobaría los sesudos argumentos de sesudas personas que declaran que los males de la Unión Europea recaen en los euroescépticos, los neoliberales, el idearium nacionalista o la pérdida de rumbo de la izquierda europea. Nada, para ella sería la falta de viento. Un problema de leyenda. Una leyenda alimentada por el genial Saramago en su libro La balsa de piedra. Como saben, la península ibérica, en su libro, se desgaja, -por los Pirineos-, de Europa y se deja llevar por la voluntad de las olas lunares que, para alegría de la tía Enriqueta si hubiese leído el libro, nos acercaba a Latinoamérica. Por mi parte, pese a las collejas dialécticas y físicas de la tía Enriqueta, creo que la solución a una parte de éste fatal destino se halla en la simbiosis. A falta de viento, buenas son simbiosis.
Pero el PP no entiende de simbiosis. Por eso le cuesta trabajo concebir una política urbana y sostenible en el Albaicín, creer en la rehabilitación como motor de transformación física y social y, como siempre, cae en el populismo localista. Para combatir tal falta de entendimiento, necesitamos más Europa y más Latinoamérica. Por un lado, Europa ha ofrecido fondos a esta ciudad para desarrollar una política urbana seria en nuestro casco histórico, pero esos proyectos siempre carecieron de una concepción cultural, simbólica, social, cívica que, si queremos aprender de una vez, nos obliga a mirar a Latinoamérica.
Siendo edil de urbanismo, D. Miguel Valle, dejó encajonados los fondos del Programa Elvira-Gomérez. Se ve que entonces no le interesaba el Albaicín. Ahora sí, ahora es Gerente de la Fundación Albaicín y, entre otras nobles gestiones de servicio a su partido, algunos vecinos me cuentan, y no sé si será verdad, que se ha metido de lleno en la conformación de la candidatura de la asociación de vecinos. Así le va al Albaicín como problema.
Tuvo que ser un gobierno municipal de signo progresista, con Moratalla de alcalde, el que reactivara el Programa que les menciono, preparara el Programa de Actuación del actual Área de Rehabilitación Concertada del Albaicín y consiguiera los fondos Urban. La integralidad de un proyecto serio para el barrio parecía acercarse. Al final, llegó Torres Hurtado y, para castigar a los vecinos, cambió los límites de la ayuda Urban para que no coincidieran estas ayudas europeas que tenían un carácter ambiental (fachada y cubiertas), con las de la Oficina de Rehabilitación del Albaicín que gestionaba programas de rehabilitación integral, con política de alquiler incluida a precio protegido y para albaicineros con rentas bajas. Hubiese sido, como he dicho, un complemente perfecto, pero el PP apostó por gastar estos fondos obviando un proyecto de verdad para el Albaicín donde, al modo latino, además de preocuparse por la recuperación física, apostara por la transformación social, por los valores comunitarios, por la participación ciudadana.
Mi tía Enriqueta, la jodía, tenía razón, esta ciudad no tiene remedio, y por eso una buena amiga mía, no hace más que resoplar, a ver si así empujamos entre todas y todos y el viento nos hace cambiar de dirección y mirar al norte y al suralterno.
lunes, 18 de mayo de 2009
Ustedes y nosotros
Ustedes cuando aman
exigen bienestar
una cama de cedro
y un colchón especial
nosotros cuando amamos
es fácil de arreglar
con sábanas qué bueno
sin sábanas da igual…
Es este el extracto de uno de los poemas de Mario Benedetti que más me ha influido. Sí, ha muerto Benedetti y, desde hoy, este mundo está más huérfano, más solo y lo único que reconforta es saber que el poeta se va pero deja su palabra, una palabra cargada de nostalgia, de tristeza, de cruda realidad, pero que siempre se dirigía hacia la esperanza de un mundo mejor.
Son momentos extraños los que vivimos. Acaso siempre lo fueron, quizá es la desolación por una ausencia que deja huella. La huella de lo auténtico e irrepetible.
Hace ya algunos años tuve contacto con un grupo de incipientes escritores. De entre aquella diversidad, destacaba una chica inteligente y con una prosa torrencial. Un día me comentó: "Sí, yo también leía a Benedetti cuando era joven". Aquel comentario irónico buscaba situarme en un lugar inferior porque yo leía a un poeta para adolescentes, para jóvenes. Después, y en más de una ocasión, leí que a Benedetti se le echaba en cara su obsesión por los jóvenes, una preocupación que ocupó parte del interés del poeta a lo largo de toda su vida. En mi caso, la adolescencia no me persigue y sigo enamorado de Benedetti. Para mí es un hombre íntegro. Con esa cara de hombre bueno, de viejito entrañable, disparó siempre contra cualquier injusticia que habitaba este planeta. Su arma fue la palabra, una obra con la que podremos perseguir y combatir las mismas injusticias de siempre: El afán de lucro, las mentiras del poder, el lavado de cerebro a que nos somete el capitalismo, el autoritarismo, la tortura, la poderosa podredumbre del discurso católico del Vaticano, los desmanes y atracos de los poderosos del planeta.
Todo esto se escondía detrás del abuelo de los jóvenes, y una guía para afrontar la desesperación del amor, para seguir creyendo en él, para guiarnos con un metalenguaje que nos hiciese mejores personas.
Aplaudo la única iniciativa realmente importante que ha dado el PP a esta ciudad: El Festival Internacional de Poesía, donde los autobuses urbanos se llenan de poemas y uno puede viajar camino del trabajo ido por los versos de este o aquel poeta. Hundido en un sentimiento que interroga sobre quién soy y cómo siento, sobre cómo pienso y cómo actúo, sobre lo injusto y lo sagrado, sobre lo vivido y lo por vivir.
Tiempos extraños porque un hombre, una vida que duró ochenta y ocho años, siempre estuvo del lado de los débiles y de la gente corriente. Siempre tomó partido y nunca se apeó de ese barco, pese a las contradicciones, pese a las derrotas. Ochenta y ocho años de vida errante, de exilio. Ochenta y ocho primaveras con una esquina rota. Ochenta y ocho años que permanecerán, en mi caso, mientras viva.
Descanse en paz el abuelo de los jóvenes que todavía se atreven a escribir il cuore en los bancos de cualquier plaza a la izquierda del roble del jardín botánico. No sé si alguna vez les habrá pasado a ustedes. A nosotros, en cambio, sí.
exigen bienestar
una cama de cedro
y un colchón especial
nosotros cuando amamos
es fácil de arreglar
con sábanas qué bueno
sin sábanas da igual…
Es este el extracto de uno de los poemas de Mario Benedetti que más me ha influido. Sí, ha muerto Benedetti y, desde hoy, este mundo está más huérfano, más solo y lo único que reconforta es saber que el poeta se va pero deja su palabra, una palabra cargada de nostalgia, de tristeza, de cruda realidad, pero que siempre se dirigía hacia la esperanza de un mundo mejor.
Son momentos extraños los que vivimos. Acaso siempre lo fueron, quizá es la desolación por una ausencia que deja huella. La huella de lo auténtico e irrepetible.
Hace ya algunos años tuve contacto con un grupo de incipientes escritores. De entre aquella diversidad, destacaba una chica inteligente y con una prosa torrencial. Un día me comentó: "Sí, yo también leía a Benedetti cuando era joven". Aquel comentario irónico buscaba situarme en un lugar inferior porque yo leía a un poeta para adolescentes, para jóvenes. Después, y en más de una ocasión, leí que a Benedetti se le echaba en cara su obsesión por los jóvenes, una preocupación que ocupó parte del interés del poeta a lo largo de toda su vida. En mi caso, la adolescencia no me persigue y sigo enamorado de Benedetti. Para mí es un hombre íntegro. Con esa cara de hombre bueno, de viejito entrañable, disparó siempre contra cualquier injusticia que habitaba este planeta. Su arma fue la palabra, una obra con la que podremos perseguir y combatir las mismas injusticias de siempre: El afán de lucro, las mentiras del poder, el lavado de cerebro a que nos somete el capitalismo, el autoritarismo, la tortura, la poderosa podredumbre del discurso católico del Vaticano, los desmanes y atracos de los poderosos del planeta.
Todo esto se escondía detrás del abuelo de los jóvenes, y una guía para afrontar la desesperación del amor, para seguir creyendo en él, para guiarnos con un metalenguaje que nos hiciese mejores personas.
Aplaudo la única iniciativa realmente importante que ha dado el PP a esta ciudad: El Festival Internacional de Poesía, donde los autobuses urbanos se llenan de poemas y uno puede viajar camino del trabajo ido por los versos de este o aquel poeta. Hundido en un sentimiento que interroga sobre quién soy y cómo siento, sobre cómo pienso y cómo actúo, sobre lo injusto y lo sagrado, sobre lo vivido y lo por vivir.
Tiempos extraños porque un hombre, una vida que duró ochenta y ocho años, siempre estuvo del lado de los débiles y de la gente corriente. Siempre tomó partido y nunca se apeó de ese barco, pese a las contradicciones, pese a las derrotas. Ochenta y ocho años de vida errante, de exilio. Ochenta y ocho primaveras con una esquina rota. Ochenta y ocho años que permanecerán, en mi caso, mientras viva.
Descanse en paz el abuelo de los jóvenes que todavía se atreven a escribir il cuore en los bancos de cualquier plaza a la izquierda del roble del jardín botánico. No sé si alguna vez les habrá pasado a ustedes. A nosotros, en cambio, sí.
martes, 12 de mayo de 2009
Ría si quiere, pero es para llorar
Miguel Ángel Madrid
Mi tía, Enriqueta, la jodía, decía que era mejor reír que llorar. Pero es que la tía Enriqueta era una mujer de armas tomar. Cuando yo era niño, me colmaba de bocadillos de mantequilla con sal que debía comerme sin rechistar. Yo prefería que lo edulcorara con cola-cao al menos, pero entonces la mezcla dulce-salado no se había inventado. Yo, cómo no, lloraba. Ella, la jodía, reía. Eso le pasa a Torres Hurtado, nuestro insignificante alcalde de nuestra ilustre ciudad. Deben perdonarme, pero el protocolo no es mi fuerte. Sí, señor, el alcalde ríe por no llorar. Ríe por los comentarios de dos señoras. Textualmente, dice: “Pero que digan estas señoras que tengo que controlar (a la Rober) es lo único que me falta”. Acabáramos, por dios. Estas dos señoras son, Carmen García Raya y Lola Ruiz, portavoces municipales del PSOE y de IU, respectivamente. Dos mindunguis, hombre; qué diga, ¡mujeres!
142.000€ de nada ha desfalcado un empleado de la empresa Rober, lo que, en estos tiempos de crisis, ha supuesto, en principio, el retraso en el cobro de la nómina de los conductores. Algo sin importancia, vamos, que querrían ellos llorar, pero en cambio, ríen; ríen a carcajadas. Además, el tráfico ha mejorado ostensiblemente durante el desfalco, lo que añadido a la mensualidad de la hipoteca y cuatro gastillos más, les hace afrontar el día con una sonrisa de oreja a nuca.
A mí me gustaría que mi tía Enriqueta viviera todavía. Pero con sus bigotes y los pelos afiladísimos de su barbilla, para que se sentara a reír con el señor, Torres Hurtado. Qué jodíos, y que rieran a pierna suelta y sin preocupación porque, a fin de cuentas, no se trata más que de una empresa privada y el ayuntamiento y el alcalde no tiene por qué meter las narices donde no les llaman. Me imagino de ambos con las señoras a quienes se refiere el alcalde: A ver, le pregunto lista, usted metería las narices en una fábrica de ladrillos con la que está cayendo en el sector si se cerrara, diría el alcalde. Y mi tía lo apoyaría con la siguiente sentencia: Pos no, porque por ejemplo, María, la de la droguería de debajo de mi casa, listilla, y entérese ya, tuvo que cerrar la tienda por gastarse lo que ganaba en vestidos; a ver, dígame, señora sabelotodo, metí yo las narices en ese asunto; no, un no como la copa de un helado de los italianos porque no era mi problema. Ese era su problema, un problema privado y de su absurda incumbencia. Así que, ale, a reír porque es mejor que llorar.
Qué buena pareja política hubiese hecho el alcalde con mi tía Enriqueta, la jodía.
Si es que está claro. Lo privado, privado es, Requiem aeternam, y así sea, y así sea. Qué esta empresa no vende ladrillos o estropajos, lo mismo da, que me da lo mismo. Que esta empresa ofrece un servicio público que pagamos todos los granadinos y granadinas con nuestros impuestos, pues ajo y agua. Da igual. Lo nuestro es, como dice, Torres Hurtado, a la oposición, ¡perdón!, quiero decir a estas dos señoras, simple y llanamente, “desconocimiento”. Y santas pascuas.
Mi tía, Enriqueta, la jodía, decía que era mejor reír que llorar. Pero es que la tía Enriqueta era una mujer de armas tomar. Cuando yo era niño, me colmaba de bocadillos de mantequilla con sal que debía comerme sin rechistar. Yo prefería que lo edulcorara con cola-cao al menos, pero entonces la mezcla dulce-salado no se había inventado. Yo, cómo no, lloraba. Ella, la jodía, reía. Eso le pasa a Torres Hurtado, nuestro insignificante alcalde de nuestra ilustre ciudad. Deben perdonarme, pero el protocolo no es mi fuerte. Sí, señor, el alcalde ríe por no llorar. Ríe por los comentarios de dos señoras. Textualmente, dice: “Pero que digan estas señoras que tengo que controlar (a la Rober) es lo único que me falta”. Acabáramos, por dios. Estas dos señoras son, Carmen García Raya y Lola Ruiz, portavoces municipales del PSOE y de IU, respectivamente. Dos mindunguis, hombre; qué diga, ¡mujeres!
142.000€ de nada ha desfalcado un empleado de la empresa Rober, lo que, en estos tiempos de crisis, ha supuesto, en principio, el retraso en el cobro de la nómina de los conductores. Algo sin importancia, vamos, que querrían ellos llorar, pero en cambio, ríen; ríen a carcajadas. Además, el tráfico ha mejorado ostensiblemente durante el desfalco, lo que añadido a la mensualidad de la hipoteca y cuatro gastillos más, les hace afrontar el día con una sonrisa de oreja a nuca.
A mí me gustaría que mi tía Enriqueta viviera todavía. Pero con sus bigotes y los pelos afiladísimos de su barbilla, para que se sentara a reír con el señor, Torres Hurtado. Qué jodíos, y que rieran a pierna suelta y sin preocupación porque, a fin de cuentas, no se trata más que de una empresa privada y el ayuntamiento y el alcalde no tiene por qué meter las narices donde no les llaman. Me imagino de ambos con las señoras a quienes se refiere el alcalde: A ver, le pregunto lista, usted metería las narices en una fábrica de ladrillos con la que está cayendo en el sector si se cerrara, diría el alcalde. Y mi tía lo apoyaría con la siguiente sentencia: Pos no, porque por ejemplo, María, la de la droguería de debajo de mi casa, listilla, y entérese ya, tuvo que cerrar la tienda por gastarse lo que ganaba en vestidos; a ver, dígame, señora sabelotodo, metí yo las narices en ese asunto; no, un no como la copa de un helado de los italianos porque no era mi problema. Ese era su problema, un problema privado y de su absurda incumbencia. Así que, ale, a reír porque es mejor que llorar.
Qué buena pareja política hubiese hecho el alcalde con mi tía Enriqueta, la jodía.
Si es que está claro. Lo privado, privado es, Requiem aeternam, y así sea, y así sea. Qué esta empresa no vende ladrillos o estropajos, lo mismo da, que me da lo mismo. Que esta empresa ofrece un servicio público que pagamos todos los granadinos y granadinas con nuestros impuestos, pues ajo y agua. Da igual. Lo nuestro es, como dice, Torres Hurtado, a la oposición, ¡perdón!, quiero decir a estas dos señoras, simple y llanamente, “desconocimiento”. Y santas pascuas.
martes, 5 de mayo de 2009
Efluvios festivos, un volcán estúpido
Miguel Ángel Madrid
Ahora que ha pasado el día de la cruz y que ha sido un día deslucido porque lo que ha sido no ha sido lo que fue, el responsable local del PP en el ayuntamiento, José María Guadalupe, suelta hoy la siguiente frase que demuestra a las claras la actitud del PP: <<¿Quién ha dicho que las cruces tradicionalmente eran alegres? Pensar que el día de la cruz tiene que ser un volcán de efluvios festivos es una solemne estupidez, para eso está el Corpus>>. Amén, que hubiese cerrado mucho más contundentemente la frase del concejal.
Esta es, a las claras, la tónica del PP en la ciudad de Granada. Nuestro alcalde, Torres Hurtado y su equipo, no tiene empacho en decir que soltamos estupideces si no pensamos como dios manda, es decir, como ellos piensan. Si alguien se atreve a criticar al PP en el ayuntamiento, o es un cretino o es que manipula a los vecinos, o peor, no quiere a Granada, la de ellos, claro, su Granada eterna y bella. En psicología este tipo de acusaciones tiene un nombre de sobra conocido. Proyección. Es decir, uno proyecta sobre los demás las acciones que pretende esconder en su comportamiento con los demás. Y en esa proyección aparece un lenguaje que merece la pena ser analizado, y no sólo eso, también merece ser contestado y rechazado.
Si el Consejo Consultivo de Andalucía vela por el patrimonio y dicta sentencia, como en el caso de la Casa de los Vargas, pues sale la señora Nieto contra una institución que vela por nuestros derechos, los de todos y todas y, sin empacho, los acusa de frenar el desarrollo de Granada, los intereses de Granada. Es una total afrenta a nuestro Estado de Derecho, pero eso importa poco. Lo que importa es que nadie lleve la contraria al PP porque, entonces, además de ser una solemne estupidez, es un desafío, de ahí ese lenguaje tan desdeñoso, con tal grado de violencia.
Si ya hay un acuerdo cerrado con la Junta de Andalucía, como en el metro, pues el PP se inventa mil trabas para cercenar esos acuerdos, y utiliza a sus militantes y simpatizantes como arma arrojadiza contra la institución que había mantenido una actitud de lealtad institucional. Entonces, el lenguaje, en un primer momento, es un lenguaje que pone el acento en lo mal que trata la Junta a los granadinos. Es un lenguaje de niño caprichoso y rencoroso. En un segundo momento, es un lenguaje de resistencia frente al otro. Y claro, así no hay dios que se entienda en esta ciudad. Una ciudad caótica, esquizofrénica, enfrentada, polarizada entre la supuesta defensa de sus intereses y la necesidad de diálogo y colaboración.
En cuanto al día de la cruz, ya saben los granadinos, nada de festividad y tono alegre, nada de volcanes de efluvios festivos, .-que vayan ustedes a saber a qué se refiere el PP con esta frase-. Aquí lo que toca es el ritmo del PP. Que es un ritmo de guerrilla contra la Junta, pues, ¡A por ellos!, que es un ritmo procesional, pues, ¡Al cielo con ella!, que es un ritmo de charanga y pandereta, pues entonces sí, a soltar efluvios por doquier, ¡A bailar, a bailar, alegre sevillana!, en los terrenos del ferial, propiedad de la Junta y que a las granadinas y granadinos nos va a costar un riñón de intereses. Aunque más que sevillanas, lo que se oye en el ferial es una máquina tragaperras. Ya saben, no pierdan el ritmo del PP, no sean estúpidos solemnes.
Ahora que ha pasado el día de la cruz y que ha sido un día deslucido porque lo que ha sido no ha sido lo que fue, el responsable local del PP en el ayuntamiento, José María Guadalupe, suelta hoy la siguiente frase que demuestra a las claras la actitud del PP: <<¿Quién ha dicho que las cruces tradicionalmente eran alegres? Pensar que el día de la cruz tiene que ser un volcán de efluvios festivos es una solemne estupidez, para eso está el Corpus>>. Amén, que hubiese cerrado mucho más contundentemente la frase del concejal.
Esta es, a las claras, la tónica del PP en la ciudad de Granada. Nuestro alcalde, Torres Hurtado y su equipo, no tiene empacho en decir que soltamos estupideces si no pensamos como dios manda, es decir, como ellos piensan. Si alguien se atreve a criticar al PP en el ayuntamiento, o es un cretino o es que manipula a los vecinos, o peor, no quiere a Granada, la de ellos, claro, su Granada eterna y bella. En psicología este tipo de acusaciones tiene un nombre de sobra conocido. Proyección. Es decir, uno proyecta sobre los demás las acciones que pretende esconder en su comportamiento con los demás. Y en esa proyección aparece un lenguaje que merece la pena ser analizado, y no sólo eso, también merece ser contestado y rechazado.
Si el Consejo Consultivo de Andalucía vela por el patrimonio y dicta sentencia, como en el caso de la Casa de los Vargas, pues sale la señora Nieto contra una institución que vela por nuestros derechos, los de todos y todas y, sin empacho, los acusa de frenar el desarrollo de Granada, los intereses de Granada. Es una total afrenta a nuestro Estado de Derecho, pero eso importa poco. Lo que importa es que nadie lleve la contraria al PP porque, entonces, además de ser una solemne estupidez, es un desafío, de ahí ese lenguaje tan desdeñoso, con tal grado de violencia.
Si ya hay un acuerdo cerrado con la Junta de Andalucía, como en el metro, pues el PP se inventa mil trabas para cercenar esos acuerdos, y utiliza a sus militantes y simpatizantes como arma arrojadiza contra la institución que había mantenido una actitud de lealtad institucional. Entonces, el lenguaje, en un primer momento, es un lenguaje que pone el acento en lo mal que trata la Junta a los granadinos. Es un lenguaje de niño caprichoso y rencoroso. En un segundo momento, es un lenguaje de resistencia frente al otro. Y claro, así no hay dios que se entienda en esta ciudad. Una ciudad caótica, esquizofrénica, enfrentada, polarizada entre la supuesta defensa de sus intereses y la necesidad de diálogo y colaboración.
En cuanto al día de la cruz, ya saben los granadinos, nada de festividad y tono alegre, nada de volcanes de efluvios festivos, .-que vayan ustedes a saber a qué se refiere el PP con esta frase-. Aquí lo que toca es el ritmo del PP. Que es un ritmo de guerrilla contra la Junta, pues, ¡A por ellos!, que es un ritmo procesional, pues, ¡Al cielo con ella!, que es un ritmo de charanga y pandereta, pues entonces sí, a soltar efluvios por doquier, ¡A bailar, a bailar, alegre sevillana!, en los terrenos del ferial, propiedad de la Junta y que a las granadinas y granadinos nos va a costar un riñón de intereses. Aunque más que sevillanas, lo que se oye en el ferial es una máquina tragaperras. Ya saben, no pierdan el ritmo del PP, no sean estúpidos solemnes.
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