martes, 2 de noviembre de 2010

Paco Cuenca


Para mí es fácil hablar de Cuenca. Soy su amigo. No de la infancia porque me lleva 6 años y yo estudié en otro colegio. Pero en el BUP mis amigos fueron alumnos que procedían de su colegio. Esos amigos son mis amigos de verdad, de esos a los que puedes hablarle a la cara sin dejar de mirarles a los ojos. Puedes decirle que hoy no puedes más; tanto, como decirles que hoy te sientes alegre por cualquier motivo, por ningún motivo. Y esos amigos míos de verdad se educaron en un colegio donde los maestros y los padres hicieron equipo. Un equipo de vida. Un equipo para hacer barrio, para la vida comunitaria. Y en ese contexto es cuando conozco a Paco Cuenca.

Esa vida comunitaria es la misma que quiere cargarse el neoliberalismo con tanto llamamiento al individualismo; eso sí, desde la libertad individual, pero intentan ocultar lo que piensan de verdad: el hombre es un lobo para el hombre.

Olvidan que la vida en la ciudad es comunidad, es algo más que un individuo y otro, y otro. Es cada uno en relación con los demás en los asuntos comunes. Por eso, con la perspectiva de la experiencia, de la forja de mi ideología, -como dice Miguel Ríos en Todo a pulmón, "buena o mala pero mía-, pude comprender que aquel equipo de padres y maestros, en alianza con los alumnos, con niños de barrio como yo, puso en marcha un proyecto educativo cuyos resultados son hoy visibles: David, médico y buena gente; Ventura, aparejador, músico, buena gente; Narváez, taxista y buena gente; Antonio Muñoz, directivo de Telefónica y buena gente; José Alberto Luque, trabajador por cuenta propia de la construcción y buena gente; Gustavo, en el MPDL arreglando entuertos en Almanjayar y buena gente; Tania, aparejadora y buena gente; Antonio, médico y buena gente aunque no está de acuerdo con lo que digo y, con Begoña, su mujer, me comunican en el facebook que esto es mucho chau, chau, y así un largo etcétera de buenas personas.

Un largo etcétera como Paco Cuenca, maestro, padre, servidor público y buena gente.
Claro, gente con defectos, con dolores, con incongruencias como todos si no fuésemos tan hipócritas. Porque todavía no he conocido a nadie que carezca de aristas. La vida es dura, la vida familiar también, el paso por el colegio, los complejos, el amor adolescente, la universidad y la apertura al mundo laboral, la pareja, los hijos, los padres que te faltan cuando uno se hace viejo y entonces continuas necesitando respuestas porque la vida no se cansa de plantear preguntas.
Paco, como yo, es socialista. Cayó el muro, los sueños de nuestros padres se cumplieron a medias, dentro del sistema capitalista. Un sistema ante el que parece que no caben las dudas. Pero yo proclamo humildemente mis dudas. Dudas porque ese sistema se propone destruir los asuntos comunes, los que nos afectan a todos. Por eso, honestamente, creo que necesitamos mantener nuestras dudas y conservar algunas convicciones.
La convicción de que desde la comunidad es posible hacer otra ciudad que va más allá de Granada.
Eso es Paco Cuenca y eso es lo que representa para esta ciudad junto con un grupo de personas que piensan que hay que dar la cara y aprender juntos. En cada visita de barrio es lo que aprendemos. En cada encuentro con cualquiera que cree en Granada: el joven empresario, los padres agobiados con el traginar cotidiano. Usted, tú, si quieres.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tus palabras, Migue, me han recordado el calor y el dolor de los tenues pero humanos textos de Montaigne. Tan simples, tan cercanos, y tan demoledores por ello. Como la duda, que es una sola palabra para definir a todo el género humano.
Sea por activa afección fraternal, o sea por pasiva actitud de sometimiento a mis mayores, creo que has definido perfectamente a Paco. No creo que él pueda encontrar mejores Quijote y Sancho, dentro de una sola piel, que en ti mismo.
Un fuerte abrazo.
Sr. K.

Miguel Ángel Madrid dijo...

Gracias, Sr. K. Siempre gracias