Juan Cuenca Doblado nació en Cuevas Bajas (Málaga) el 9 de enero de 1950. Electricista y socialista por los cuatro costados, quizá la falta de formación universitaria le hacía mostrar un carácter solvente en las reuniones en las que, junto a él, asistí, pero nadie puede dudar nunca de su capacidad de trabajo. Secretario general de la UGT de la provincia de Granada y Senador, -el más votado hasta ahora en nuestra circunscripción electoral-, hasta 1995, ocupó después otros puestos de responsabilidad en el Consorcio para el Desarrollo de la Vega-Sierra Elvira y, por supuesto, siempre mantuvo su militancia de base en La Chana. Una militancia que vivió en un momento histórico en el que lo que lo fundamental era la defensa de la libertad con el fin de consolidar la incipiente democracia después de los oscuros años del franquismo.
Por toda esta trayectoria, por seguir vinculado al barrio de La Chana, las y los militantes de este barrio junto con la Comisión Ejecutiva Municipal, cuyo Secretario General es, Chema Rueda, queremos rendirle un homenaje tras su fallecimiento en el año 2007.
Algunos amigos me comentan que Juan Cuenca luchó por los intereses de Granada y por la defensa de los trabajadores y que, quizá, La Chana represente un espacio demasiado pequeño para realzar su vida política. Yo estoy de acuerdo con esta reflexión. La izquierda es internacionalista antes que nacionalista y, en este caso, antes que localista. A las personas que sentimos esta ideología nos debe doler lo mismo un pobre de Mozambique que un pobre de Cástaras, la desigualdad en los eufemísticamente llamados países del Tercer Mundo, la desigualdad en una ciudad como Granada. Sin embargo, uno nace en un territorio y hace su vida en una comunidad. Y, efectivamente, él hizo su vida cotidiana también en el barrio de La Chana; un barrio que siempre ha sido frontera entre la vega y la ciudad de Granada; vecinos, pues, agricultores y obreros rurales que emigraron a la ciudad. Allí, en viviendas construidas sobre calles embarradas, sin apenas servicios básicos, con aulas improvisadas en cocheras, los obreros pusieron su grano de arena para que esta ciudad se desarrollara y lograse un mejor vivir. Sólo los hijos de aquellos obreros que lo mismo acudían a la obra o a recoger ajos o patatas pudieron obtener la formación necesaria para contar con una igualdad de oportunidades que, al menos, les permitiera hacerse un poco más dueños de sus vidas. Y Juan Cuenca Doblado, un obrero como tantos otros chaneros, con tesón y con ahínco, consciente de la desigualdad de nuestra sociedad, realizó un esfuerzo extra para formarse de forma autodidacta ydefender los intereses de los más débiles; y esto no es ni más ni menos que la defensa del interés público. Rodeado de compañeros universitarios, muchos pertenecientes a familias burguesas que se habían revelado contra los valores más conservadores, pudo llevar esa estela vital por todos los escenarios públicos en los que desarrolló su actividad política. Por eso, el próximo día 28 de noviembre, en el Teatro de La Chana, José Tamayo, a las 18:00 horas, nos podemos reunir para homenajear esta trayectoria vital y, de paso, sacar pecho y sentar las bases de los futuros Premios Juan Cuenca Doblado que celebraremos anualmente para reconocer la labor de personas y colectivos destacados en la lucha por la democracia y la defensa de los trabajadores. Será un homenaje sencillo con el que los vecinos y vecinas de La Chana, sobre todo los más jóvenes, queremos recoger el testigo de esa herencia de la que somos hijos.
Corre el rumor de que los granadinos y granadinas están dormidos. Quizá es la dormidina que garantiza un sueño eficaz y profundo. Pero la dormidina en esta ciudad enfrentada consigo misma por los siglos de los siglos, amén, tiene que ser administrada por alguien, por algunos. En los últimos meses, pero al igual que siempre y sobre todo en este mandato, el alcalde es quien mejor suministra el tranquilizante colectivo por el que estamos embobados. Recibe a deportistas, se rodea de acólitos que lo hacen impermeable y, sólo esporádicamente, reparte algún que otro mamporro para alentar a los suyos. Por lo demás, con vacas flacas u obesas, con obras o sin ellas, Torres Hurtado, sólo nos lleva a la cama para que la ciudadanía vivamos a base de bostezos y de estiramientos de brazos y piernas. Nada por aquí, nada por allá. Si visita un barrio, lo protege un cortejo con el fin de evitar que le llegue la protesta; si se acerca alguien, no lo dude, ese alguien ya ha pactado lo que tiene que decir y, por supuesto, bien sabe la respuesta que recibirá. Todo está controlado. Si la política no tiene lugar, pues tampoco el debate y mucho menos la participación ciudadana. Las Juntas de Distrito, -espacio en el que supuestamente se dirimen los asuntos de los barrios-, las asociaciones de vecinos las han bautizado como “muro de las lamentaciones”. Ese atisbo de humor no deja de ser esperanzador, la verdad. Pero al alcalde, los chistes, pues no señor; a él los chistes, como que no. Así que da un nuevo apretón en los barrios. Los vecinos, los partidos de la oposición acuden convocados por un orden del día, pero de pronto aparece un concejal acompañado de un técnico y allí se habla de lo que al PP le interesa. Los vecinos protestan, se quejan, pero todo se queda en el muro.La oposición, que no es ajena, busca abrirse camino. Como el PSOE. Durante algo más de un año, los socialistas se han dedicado a hablar con mucha gente, a ganar en presencia y a caminar de la mano de los vecinos: hoy con tres, mañana dos más, pasado trescientos en una asamblea ciudadana que insufle aire fresco a la manera de relacionarnos con los asuntos públicos. Un año donde se ha hablado de crisis económica, de empleo, de oportunidades para Granada (el Parque Tecnológico de la Salud, Caja Granada, la innovación tecnológica, el turismo), de urbanismo, de cultura como motor de desarrollo y como herramienta para definirnos, más allá del quejido, del maltrato, de la confrontación y del no tenemos remedio. Más de un año de debate acerca de los temas que van a afectar a nuestra convivencia de forma insoslayable. Más de un año de trabajo responsable para sumar, desde la contradicción que supone ser un partido que aspira a gobernar y que busca, pues, el diálogo, la construcción colectiva frente a los intereses individuales, con todas la dificultades que esta tarea entraña. Un año que se ha agotado porque ahora empieza otro en el que la reflexión y el análisis deben dar paso a las propuestas, pero definidas con los colectivos y con todas aquellas personas que quieran desengancharse de tanta dormidina, de un alcalde que se esconde y que aparece únicamente para mostrarnos que es un alcalde de papel maché.
El cine siempre me ha servido como un motor para sentir, para impulsar, para crear, sin importarme un rábano el qué dirán. Anoche me empujé para conseguir un arrebato de nostalgia con la película Matar a un ruiseñor. Se estrenó en 1962 y ver al protagonista, Atticus Finch, encarnado por Gregory Peck, un abogado defensor de negros, un abogado que defiende los derechos civiles y que lucha contra la desigualdad, tanto de clase como racial, es un ejercicio poco menos que terapéutico. Además, la narradora de la película, hija del protagonista, cuenta también cómo el transcurrir de la vida, sin más, les llevó a perder la inocencia, pero pese al dolor, pese al peligro, siempre puede existir alguien que esté a tu lado, incluso sin tú saberlo. Y ese alguien, en la película, es un hombre enfermo mental al que el vecindario, incluidos los niños de la película, temen; un temeroso personaje encarnado por un jovencísimo Robert Duvall. La verdad es que hoy tenemos que recurrir al cine independiente para poder encontrar una película como esta, para hallar unas interpretaciones brillantes, para ver una historia humana acerca de los problemas de nuestro tiempo.
Y en estas estaba cuando por la red me encuentro una entrevista que le realizan al director italiano, Ettore Scola. Para nuestra desgracia, ha dejado el cine, pero para mí es importante que gente así siga largando de lo lindo; lindezas como el reto que para él supone el presente: la igualdad. Cierto. Ettore Scola, defiende el presente; y lo defiende porque la nostalgia es una tentación “peligrosa y reaccionaria” que nos impide plantar cara al presente, vivir el presente, pelear por la vida presente, aunque el aquí y ahora sea espantoso, tal y como sucede en estos momentos. Sigue, Scola, charlando pacientemente sobre Berlusconi, sobre una Italia que ya no adora por los valores que se han adueñado de ella, y que no son otros que el dinero, el éxito y las mujeres. Quizá es la esencia de los poderosos hombres populistas de nuestro tiempo, sobre todo en el arco mediterráneo, aunque ese poder dure un año o dure demasiado tiempo. Para Scola, el reverso del fascismo fue la libertad. Sin embargo, los neoconservadores, con ese deseo de apoderarse de todo para dominarlo todo, utilizaron la libertad como una bandera por la que morir y, la izquierda, se olvidó de la igualdad, “de luchar por la igualdad, ni más ni menos”, dice, Scola.La libertad, pues, no halló su reverso.
Para mí, la vuelta a la igualdad debe estar acompañada de un lenguaje nuevo. De lo contrario caeremos en el error de la nostalgia pensando en el comunismo y en el lenguaje que hoy todo el mundo rechaza. Palabras como lucha, combate ideológico, resistencia, son palabras huecas, vacías; tan vacías como la palabra libertad.
Hace falta sentir las palabras que deben acompañarnos hacia la igualdad y la justicia, reconocer que aquí, a mi lado, vive un ecuatoriano y que es mi vecino, allá una familia gitana, un desempleado, ¡un pobre, coño, un pobre! Nuestra tarea es repartir este pastel un poquito mejor, y no si el alcalde ha refunfuñado hoy o ha puesto un cartel de obra tan grande como la fachada del ayuntamiento. Son nuevos tiempos; nuevos tiempos para hacer política, nuevos tiempos para otros aires estéticos y éticos. Yo no sé el camino, pero los tiros van por personajes como Atticus Finch.
El otro día, exactamente el 26 de octubre, La Opinión de Granada publicaba una noticia cuyo titular era muy ilustrativo de la gestión económica del PP en el ayuntamiento. Pero los que saben de política, me comentan que esta entrada en mi blog debería centrarse en criticar al PP en aquellos aspectos que los ciudadanos tienen una información, digamos, distorsionada, como por ejemplo, la que hace referencia a los más de mil euros que un contratado municipal del PP se gastó en las Fallas de Valencia del año pasado. Pero de economía, de eso mejor no hablar, porque en estos momentos de crisis económica quien paga el pato es el partido en el gobierno central.Los ciudadanos echan la culpa del desempleo a Zapatero, y de sus cuentas también a Zapatero. De modo que nada de hablar de economía porque nada se logrará con la crítica y, la imagen del alcalde, Torres Hurtado, quedará impoluta. Para empezar, habría que ser un iluso para creerse que las palabras escritas de un blog, -y más si son mías-, podrían dañar la imagen del alcalde. En segundo lugar, tendría que ser lo que no soy para proponerme dañar la imagen del alcalde. Y, sin embargo, las palabras, para mí, fatuo tal vez, tienen el poder que Blas de Otero les encomendó, más allá del daño a la imagen de un personaje. Las palabras en estos tiempos tan raudos, tan veloces, tan exigentes con lo inmediato, son necesarias. Y yo no encuentro mejor antídoto ante tanta coyuntura como sentarme a escribir para poder comprender(me).
Nuestra piel de toro está salpicada de casos de corrupción, de cualquier partido, y poco debería extrañarnos que la respuesta ciudadana sea el desapego (RAE: desprenderse del afecto o afición por alguien o algo). Para mí, la consecuencia natural de la crisis económica que vivimos, fraguada, cocida a base de especulación, de corrupción en suma, no puede traer consigo otra cosa que corrupción. No obstante, más allá de la financiación de los partidos, la de los ayuntamientos, de la seriedad de un país, -de sus ciudadanos también-, que permite que tipos como “el pocero” sean referentes en un momento determinado; digo, más allá de todo este debate ético, estético, normativo, político, el sistema demuestra, nos demuestra que sigue vivo y coleando, que se ríe de nosotros. Culturalmente, vivimos en un mundo en el que todo, incluso nosotros, sobre todo nosotros, tenemos precio: prestigio, riqueza inmediata, hedonismo..., y quienes mueven esos hilos, que no son tres, ni cuatro, pero tampoco usted ni yo, ganan batalla tras batalla frente a la democracia, la justicia, la libertad y la igualdad.
Ayer mismo, tal vez fue antesdeayer, no me acuerdo, Camps, en Valencia, cerraba la crisis del PP en esa comunidad y aparecía flanqueado por cinco varones, cinco hombres muy maqueados que demuestran que el poder es cosa de hombres, de varones que saben de qué va la cosa. La estética era tan arrugada, tan casposa, que tuve que cerrar los ojos con la esperanza de que al abrirlos me encontraría con otra fotografía.
El hecho es que el capital juega y se divierte hablando de democracia a fuerza de darle mamporros en los lomos y en la cerviz. De esta forma logra que la respuesta ciudadana sea el desapego y, cuanto más desapegados, más fuertes son ellos aunque personajes como José Luis Sampedro, economista además de escritor, pese a su edad, dé saltos en la silla anunciando el fin del capitalismo, aunque no de la dominación.
El caso es que el alcalde de Granada, -y perdón por la demora en centrarme en el objeto de esta entrada-, antes de la crisis, en 2006, recogía 601,55 euros por habitante y cada habitante, usted y yo, recibíamos 70,35 euros en forma de servicios, es decir, lo que este alcalde invierte en parques, infraestructuras, subvenciones, etc.La economía está para no tocarla en estos momentos, me dicen, empero, yo pienso, -no quiero decir que alumbre, y menos a usted-, y me digo que esto no encaja con su imagen de defensor de los granadinos y granadinas.