jueves, 22 de octubre de 2009

Todo está hecho un desastre


Pierre Bourdieu ya nos lo avisa: La prensa busca cada vez más el sensacionalismo. Y yo creo que en este momento es preciso algo más que sacar a la luz los casos de corrupción que, parece, copan las primeras páginas de las noticias. Con esto no quiero decir que se deban tapar estas noticias. Ni mucho menos. Ahí está el caso de El Ejido, el más famoso de Marbella, la trama Gürtel, los desmanes urbanísticos de toda la costa mediterránea española. Entiendo que la prensa cumple aquí una labor, pues muchos de estos casos terminan saliendo a la luz gracias a la investigación de buenos periodistas.

Sin embargo, corremos el peligro de que toda esta mierda parezca que nuestro país, el mundo, está hecho una mierda de las gordas y, a la postre, nada merezca la pena, que no tengamos remedio. Cierto que los emolumentos de los directivos de los bancos son infumables, por no utilizar otra palabra. Cierto que el hambre campa por sus anchas y nadie acude a ese rescate, y menos los gobiernos de los países ¿ricos? Cierto, todo eso es cierto y es insoportable. Y lo más vil, lo más doloroso es que el mismo discurso, los mismos hechos que nos han llevado a la crisis, sigan siendo tan pujantes, tan fuertes, tan incontestables: Recortes, expedientes de regulación, flexibilidad laboral como forma de continuar con la explotación cada vez más inaguantable, -la misma de siempre, por otro lado-, de tanta masa sometida, conlleva una sumisión tal que nos hace plantearnos para qué sacar pecho y seguir en la brecha.

El otro día, un buen amigo agricultor de Almería, formado e informado, honesto y comprometido, me decía lo siguiente: Es como si antes de que llegara esta situación, incluso nosotros, la gente de izquierdas, nos hubiésemos creído realmente que el sistema capitalista funcionaba; pero no, esto no funciona ni funcionará, y si pareció funcionar, funcionó sólo para unos pocos.

A mí, personalmente, este tipo de reflexiones de gente tan sesuda por su experiencia vital, me generan un peso enorme, una responsabilidad gigante, una desilusión tremenda. Sólo después puedo recuperarme y volver a un estado donde sea posible la creatividad, la esperanza, el deseo de conectarme con el mundo para sumar voluntades.

Por eso, quiero empezar a poner en cuestión que la situación de El Ejido, por ejemplo, es el reflejo fiel de todo cuanto acontece en la vida pública.

El próximo mes, en La Chana, vamos a homenajear a nuestro desparecido compañero, Juan Cuenca. Su compromiso con los más débiles, su alegría vital, tal y como me la transmiten sus amigos más íntimos, es el espejo en el que yo quiero mirarme, pese a las contradicciones, pese a las derrotas, pese a la comodidad de lo inmediato, pese a todo lo que se nos viene encima.

De nuevo me confirmo, -quizá me equivoque- que desde lo local tiene que venir la regeneración ética, ideológica, creativa, a través de la asunción de todos los errores, de todas las fallas. Qué es un partido sino la suma de individualidades, de debilidades humanas tan cercanas a las de usted, y también a las de usted; sí, usted, no se esconda. Pero también, esas debilidades, están tamizadas de logros más que evidentes.

Quizá esta nueva entrada tiene que ver, al final, con Benedetti, con la asunción de que me siento melancólico:
dijimos sí como dándonos ánimo
y en la foto salimos espantosos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Comprendo perfectamente lo que quieres decir pero, continuando con Benedetti:
"Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas.."

A mi también me cuesta.Las hojas al caer suelen llevarse un poco de alegría:)
Un beso.
Q.K

Miguel Ángel Madrid dijo...

Sí, Q.K, la trinchera de Benedetti es un buen reclamo para mí en este momento. Como ya me han dicho, será el otoño o "La senda del Drago". Gracias por tu comentario porque mantiene viva esta página y a este escribidor.