Se
acaban las vacaciones para quien escribe. Han sido pocos días pero intensos.
Mis amigos son más amigos. Al menos esa es la conciencia que tengo. No he
abierto un periódico, no he visto los telediarios. Me han acompañado los
libros, la música, unos días de mar, otros de montaña, los más disfrutando de
mi casa, de mi pueblo.
Días
intensos de final de carrera. Días intensos en mi sofá en los que uno termina
por comprender que la vida es algo más que esa carrera. En los que he pedido
ayuda ante el óxido de los horarios totales, y un poco más, y un poco más. Días
intensos frente al mar consciente de que mi vida es un riachuelo. Un riachuelo
que siempre he contemplado, desde que era un crío, sin que nunca fuese la misma
agua.
Días
intensos donde me he quedado absorto en el vacío de la soledad, con mi
pequeñez.
No
soy un privilegiado, no he dejado de tener conciencia. Me duele el hambre, la
pobreza. Tanto como me duele la avaricia. Me duele el responsable público que
sólo aspira a ostentar el poder como el ciudadano inmaduro que se cree a salvo
de todo mal. Me duele el impúdico y quien en su interior no se reconoce.
Tal
vez el remedio para la crisis, más allá de las grandes decisiones que ya
sabemos que no les corresponden a los mercados y sí a los gobernantes elegidos
por la ciudadanía, sea no sólo ser honrados sino también honestos.
Como
ciudadanos nos dejamos engañar por el derroche. En todo este tiempo, la
mayoría, la inmensa mayoría, no dejamos de ser honrados. Compramos viviendas
con nuestro salario, acudimos al banco a por un préstamo para pagar la comunión
de un hijo y, en esa abundancia, compramos cosas, incluso servicios
espirituales porque las cosas no servían siempre (yoga, Tai Chi...).
Fuimos honrados pero no siempre fuimos honestos. Y claro, los responsables
públicos, los partidos, los sindicatos, (la Iglesia siempre a lo suyo y
dejándola hacer), fueron honrados en su mayoría, pero tampoco fueron honestos. Se
crearon mil servicios, mil ayudas, y se olvidaron de que fuesen sostenibles, de
que hay algunas que son fundamentales, como la educación, la sanidad, la
protección social, y otras prescindibles, porque también había que ahorrar ya
que se trataba del dinero de todos. Pero sobre todo, se olvidaron de hacer
pedagogía cívica.
La
mayoría de ciudadanos fuimos honrados pero no honestos para analizar la
realidad, para saber que la ciudadanía se ejerce y hay que saber, conocer,
exigir, no sólo bienestar y cosas, también honestidad.
Así
que para mí, independientemente de lo que marca la estación, el verano acaba.
Mi vida se parece demasiado a los sueños de otros mientras el río discurre.
El
lunes volveré a los expedientes de urbanismo, a ejercer la responsabilidad que
treinta y tantos mil granadinos me otorgaron durante cuatro años: El control de la acción de quien
gobierna. Eso toca sin dejar de vivir, contento por el camino que, como
persona, he recorrido y, sobre todo, por lo que me quede por recorrer.
4 comentarios:
Hola compi,me encanta ,estas sembrado.Deseo que hayas disfrutado de tus vacaciones .Un besazo
He disfrutado de mucha tranquilidad. Otro besazo
desde hace mucho he pensado que dedicarse a lo público está totalmente pervertido, a pesar de lo pleno que podría ser dedicarse a trabajar por la comunidad. Aunque no te conozco mucho, eres de los pocos que me producen cierto sosiego y confianza
Al final, uno sólo puede poner en juego su propia responsabilidad. Es lo que intento, con mis aciertos, con mis errores, con mis dudas. Esa responsabilidad la percibo también en otra gente, -no sé esa otra gente es mucha o poca, en cualquier caso con la que me rodeo-, si no sería imposible dedicarse a esto. Gracias por las palabras. Un saludo
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