miércoles, 13 de junio de 2012

Houellebecq

Hay veces en que a mí, no sé si alguien más le pasa aunque seguro que sí porque la cultura tiende también a homegeneizar incluso los voluntos (palabro no recogido por la RAE), pero el caso es que hay lecturas que a uno le animan a escribir. A mí me sucedió en la juventud con José Saramago y comencé a emularle. Dejé de leerlo cuando leí gran parte de sus novelas y, sin pretenderlo, abandoné esa forma de escribir. Práctica y repetición a la busca de un estilo propio, que es lo que correspondía a alguien que quería ser escritor. Con esa intención comenzó la mitad de este blog. Pero las intenciones, en ocasiones, toman otros derroteros. 
Houllebecq, decía después de todo este rodeo, me invita a escribir sin un plan concertado. No es un escritor que me deslumbre. Sólo lo consiguen ya los clásicos, algunos poetas o quienes escriben con la intención de hacer obras totales (esta o aquella epopeya rusa, este o aquel cuento latinoamericano con Rulfo a la cabeza o el increíble Monterroso). No, Houllebecq no me deslumbra. Sólo escribe, por boca de sus personajes, lo que lo políticamente correcto frustra. En la literatura actual hay tanto de corrección, de deseos de alcanzar la fama que, hasta los nuevos que prometen con la guerra civil y demás sesudeces, al final se aficionan a las radios nacionales y pretenden dignificar la crónica política con una ética intachable que no deja de ser pura corrección.
No sé si Houllebecq habla o es de esos escritores cuyos personajes cobran vida propia. En cualquier caso, da igual. En Plataforma, por ejemplo, Michel el protagonista detesta a los islamistas radicales y adora turistear (tampoco existe para la RAE) por Asia en busca de otros coños. Al final se enamora de una turista paisana que vive el sexo con libertad y, Michel, puede cerrar los ojos después de correrse y sentir y expresr su humanidad sin saberlo siquiera.
Houllebecq, a falta de una literatura que quiera descubrir, transformar, enriquecer, muestra un mundo en clara decadencia, igual que algunos literatos centroeuropeos que vivieron una o las dos guerras mundiales del XX. Decadencia del mundo occidental que, toda vez que fue luz del mundo, para qué más. ¿Para qué escribir?, ¿para qué vivir en este aparene orden si todo se derrumba, si todo es líquido y se evapora? Sin otra salida que el hedonismo a la busca de un mundo auténtico, no es casualidad que dedique uno de esos libros, Las partículas elementales, a aquellos revolucionarios del 68 que, en lugar de gobernar el mundo como otros hicieron, se refugiaron en el budismo o alguna otra práctica espiritual a través de un sincretismo muy a la europea. Personajes que, aún hoy, tienen el pelo largo, pendientes en las orejas y diademas de flores.
Yo soy un romántico, a qué negarlo. Así que no quiero escribir como Houllebecq, pero a qué negar también lo que tiene que liberar que tus personajes vivan lo que la cultura, el poder, la economía, la familia, la amistad, el amor, reprime. Luego está el oficio, la maestría, las musas que, en lo literario, como le ocurrió a Serrat, andarán de vacaciones. Pero ese es otro cantar. En fin, Houllebecq está en mi biblioteca pero es de esos escritores cuyas novelas sé que no volveré a releer. Salvo que me dé el volunto de volver a escribir.

4 comentarios:

Carmen Robles dijo...

Bien, siempre me intrigó saber de qué iba Houellebecq y hoy me despejas las dudas. Aún me queda el volunto de hincarle el diente, pero tó llega ;)

Miguel Ángel Madrid dijo...

En Anagrama te espera. Besiko

Anónimo dijo...

lavin compae!! Estudia crítica literaria Migue. Te va a gustar. Déjate de Houellebecq. Que Garcilaso se hartó de leerlo. Cocina tu dolor, tu alegria, tu triunfo y tu fracaso, reunirás todos los ingredientes necesarios para manifestarte´:) Encima a ti,al contrario que a mi,no te tiembla el pulso. Ya no sé cómo decírtelo.No sé cuándo será el momento, pero cuando lo sea:escribe coño!!Besos.Cuca.

Miguel Ángel Madrid dijo...

Pero si no paro de escribir, Cuca. Aunque sí, ya sé a qué te refieres. Tú léeme y alienta, jeje