lunes, 7 de febrero de 2011

Una Granada de música


El 70% de los derechos de autor se generan en Andalucía. Este fue un dato que los músicos y empresarios del sector musical le expresaron a Paco Cuenca la pasada semana en el pub Peaton.
El viernes pasado, hablando con mi amigo Franci en el pub La Percha, me contó la historia de amor frustrado entre Joan Baez y Bob Dylan. Frustrado para Baez. Al día siguiente, después de una noche que se alargó, me desperté con un aviso en el móvil. Franci me había etiquetado un vídeo a través de You Tube de Joan Baez, Diamonds and Rust, en el facebook.

Andaba nostálgico ese día, cosa natural cuando las noches se alargan, y esperé hasta la tarde para escucharla. E hice bien, porque la nostalgia y la tristeza se apoderaron de mí con mayor fuerza lo que restaba de día. Una nostalgia que, en mi caso, dura hasta que amanece.
El caso es que hay algunas estrofas que te dejan traspuesto literalmente.
http://www.youtube.com/watch?v=6vLav0gywEg
Y este es precisamente el poder de la música: poner notas musicales en un lenguaje poético con el objetivo de sentir, de expresar, de crear.
Yo siempre pensé que los grupos musicales granadinos expresaban, tal vez sin quererlo, el sentir más profundo de esta ciudad: una ciudad que ahoga pese a su cosmopolitismo, una ciudad en guerra consigo misma y con el mundo pese a sus potencialidades, una ciudad muerta pese a la creatividad que podemos respirar en cada grupo.
Mi amigo Raúl, mi amigo Ventura, mi amiga Inés, se las ven y se las desean para llevar su proyecto musical adelante: no sólo es la falta de espacios para la creación y el ensayo, sino que lo que hacen lo realizan a fuerza de talonario. Un talonario es un decir, claro. Un día acudí a un concierto en el que los músicos habían pagado para poder tener contacto con el público y actuar en directo. Y mientras, nuestros espacios públicos están vacíos, o se deterioran en los barrios o dejamos que muera el Festival de Rock del Zaidín.
Lo que sé es que si existe algo parecido al éxtasis lo he logrado con la música, con canciones que cuentan experiencias como las de Joan Baez.
Lo que sé es que si existe algo parecido a nuevos horizontes lo he logrado con la música, con la poesía, con la literatura en general. Cualquier poema cubre lo que un pensador intenta explicar en un manual teórico.
Y este lujo, el de hallar nuevos caminos, no puede truncarse porque no se apoye la creatividad.
Granada tiene potencial musical y se merece toda nuestra atención.

miércoles, 2 de febrero de 2011

La gente


La vida ha cambiado tanto que, a estas alturas, puedes encontrarte a un rockero votante del PP que canta a las drogas pero que, en su vida diaria, si rige por principios de orden. Rockero de noche, hombre pulcro de día pese a la melena.

En otras ocasiones, te encuentras con un aparente meapilas que lleva el pelo engominado y la ropa de marca y resulta que está a favor del aborto o de la adopción de niños por parejas homosexuales.

Es decir, que esto parece que ha cambiado.

En lo que no parece que ha cambiado tanto la cosa es en cuanto a la pobreza. Ahí el peso de Occidente sigue siendo paternalista y, en el peor de los casos, se muestra desprecio sin más.

La gente pobre aburre. Es aburridísima. Es soez, es cutre y carece de conversación interesante. Es gente desinformada que pide por la boca, que piensa que todos los políticos son iguales.

Si ya pensamos en la gente que vive en entornos marginales, entonces lo que sentimos es miedo directamente y un alto y claro: no tienen remedio. Lo que ocurre es que lo políticamente correcto nos coarta y no lo decimos a voz en grito, pero lo pensamos y lo susurramos con quienes tenemos confianza.

Resulta interesante, por irreverente, la lectura del psicólogo social, Pinker. Su neonaturalismo no es, en ocasiones, de fácil digestión. Aborrece las teorías marxistas, aunque es evolucionista y utiliza a Marx a su antojo sin nombrarlo, y también es cauto con la sociología moderna. Rastrea en la antropología, en la observación de la cultura con el fin de hacer teoría psicológica social y, bueno, no hay que tomarlo al pie de la letra. Pero ya digo, algunas cosas son más que interesantes.

Por ejemplo, cuando habla de la pobreza, de la gente pobre, esa gente soez y sin criterio, a mí me recuerda a algunos poemas de Mario Benedetti, como el de la luna deslunada cuando de lo que se trata es de darle al amor entre las sábanas. En resumen, para Pinker, la gente pobre tiene una forma de dirigir su vida que, en no pocas ocasiones, saca el mayor de los partidos a las cosas de la vida: la comida, una borrachera, una revolcada para desquitarse del hartazgo ante el duro trabajo. Se permite, a veces, vivir como en carnaval, -no sólo en febrero-, sin complejos. Ciertamente, la pobreza genera otros complejos, pero Pinker se aleja del psicoanálisis.

Lo que sí establece, desde un punto de vista antropológico, es el comportamiento de la clase dirigente con respecto a la pobreza. Está tan lejos de la gente pobre, o mejor, está la gente pobre tan alejados de sus casas de lujo, de su cotidianidad, que no tiene empacho en emular las actitudes soeces. Incluso puede la gente pobre marcar una tendencia, una moda en su vestimenta y dicha clase dirigente, sus jóvenes, por ejemplo, emularla, contribuyendo a la estandarización de gustos o estilos musicales que nacieron de la gente pobre.

En Estados Unidos, la moda por bailes netamente populares que no eran de salón, nacieron de centros asistenciales para mayores que se encontraban ubicados en lugares donde la pobreza era la norma. La clase dirigente los hizo suyos sin el menor rubor. Se apropió de esos bailes que se extendieron como la pólvora en locales exclusivos para personas de edad madura. Es decir, la gente pobre tenía capacidad innovadora y creativa.

La clase media, esa clase en la que intentamos ubicarnos muchos, en cambio, tememos a la gente pobre y procuramos distanciarnos de sus formas y de sus modos. Si oteamos el horizonte, buscamos el faro de la clase dirigente, intentamos copiar su estilo distanciándonos de la gente pobre. Es un comportamiento que hemos naturalizado en el sistema capitalista por otra parte, pero ya he dicho que Pinker no entra en esos dimes y diretes.

En resumen, Pinker es un generador de polémicas, pero su lectura, desde luego, no deja indiferente.

“Cómo funciona la mente”, Ed. Destino. Punset lo considera un candidato al Nobel.