Acabo de terminar La agonía de Francia, del genial y desconocido, Chaves Nogales. El libro, publicado en Montevideo, cayó en el olvido durante 70 años, al igual que el resto de su obra.
No fue comunista ni fue fascista, y unos y otros lo relegaron al fondo de un baúl.
Es un autor que hubiese alcanzado el reconocimiento de George Orwell, por poner un ejemplo.
En este libro hay una defensa al sistema democrático a través de la denuncia por la claudicación de Francia ante el nazismo.
Desconfía de la masa porque una nación como Francia, sencillamente, se rindió.
Desconfía de las élites porque, sencillamente, abrazaron el nazismo para conservar su poder.
Abomina del totalitarismo porque, a la postre, supone la destrucción de la vida.
Porque la democracia, el demos, es la comunidad de hombres libres; únicos pero en comunidad.
Desde mi punto de vista, sin los muertos en occidente de la Segunda Guerra Mundial, pero con el dramatismo del desempleo, y los muertos en otras partes del mundo, el capitalismo, que tan bien amoldamos al sistema democrático, presenta las mismas contradicciones de siempre y aporta sus últimos coletazos.
Se van a llevar por delante a quien haga falta, pero al final morirá o será la dominación y el totalitarismo.
Sus especuladores atentan contra la democracia. Contra el demos.
La desconfianza, la tristeza, se ha apoderado de nosotros. Dudamos de todos y de todo, hasta de nosotros mismos.
Individuos de consumo, nos sentamos frente al televisor para consumir, lo mismo que consumimos el arte o los libros, la Cultura. Quien se sale de la norma no sale en la foto o es catalogado de imbécil y cutre por hablar de capitalismo, democracia, totalitarismo, alineación o masa.
Pero la realidad es la que es: en estos momentos está en juego no sólo nuestro bienestar, -que solemos equiparar con nuestra capacidad de consumo-: está en juego la libertad y la justicia, y los servicios que nos damos solidariamente: sanidad, educación, cobertura al desempleo...
Nos estorba la política porque muchos políticos se han convertido en defensores de su estatus. Pero no se diferencia mucho el político de quien gana más de 3000 euros al mes y todo esto de la crisis le molesta porque los pobres, inmigrantes o españoles, no son más que un puto estorbo.
Pero su comodidad depende de la capacidad de la sociedad por hacer viable la democracia, la redistribución de la riqueza, las opciones que la libertad y la democracia hacen que mejoremos nuestras condiciones de vida con salarios dignos.
De todo esto habló Paco Cuenca el pasado domingo en su presentación: de la necesidad de trabajar conjuntamente por encima de intereses electorales, por encima del torpe juego de la confrontación política que tanto asco genera al personal. Aunque sea empezando por Granada. ¿Qué otra cosa es la democracia si no la polis, la ciudad?