martes, 14 de julio de 2009

Malas artes, sean pequeños o grandes


La ciudad parece vivir un enfrentamiento mezquino. No mientas, me dice mi buena amiga del alma, y aclara: La ciudad vive del enfrentamiento mezquino… En la prensa puedo leer a Sebastián Pérez, Presidente del PP de Granada, sin ética alguna, desde el pragmatismo más vil, apoyar al Presidente de CajaGranada para que defienda la autonomía de la entidad frente a la opresión que va a sufrir del exterior. He sentido nauseas; nauseas por un personaje que convierte la política en un golpe bajo, en una estrategia para hablarle al PSOE a través de la prensa y generar contradicciones. Cierto, querido lector, que la misma jugada hemos podido verla en ocasiones del otro lado. Pero quizás haya que aspirar a una actitud donde la política esté reñida con menos pragmatismo, un pragmatismo cartesiano y newtoniano que, desde el determinismo, desde el fin de la historia, pasando por el sálvese quién pueda, aunque sea robando, aunque sea gobernando sin mirar a los que sufren con tal de mantenerse en el poder, nos viene asfixiando. En Occidente no pasamos hambre, pero sufrimos el yugo de los más fuertes en el ámbito económico y, sobre todo, cultural, lo cual nos convierte en tontos manipulables que, ante la corrupción del PP en Valencia y el apoyo mayoritario de la ciudadanía en las pasadas elecciones europeas, los culpables, los que se han lucrado con el dinero de todos, menospreciaban el proceso judicial porque los votos les exculpaban. Esta política, iguales artes, aliada con poderosos es la que nos han llevado a la acumulación sin límite, al dinero fácil a cualquier precio. Claro que la hostia ha sido tremenda, sobre todo para los trabajadores, para los planes mundiales contra la pobreza, para la lucha contra el cambio climático, para cualquier causa no buena, sino justa.

Pudiera pensar un avieso, -o inocente-, lector que nada tiene que ver la actitud de Sebastián Pérez con aquellos que han provocado esta crisis global. Sin embargo, estas actitudes se cuajan en la práctica más cotidiana y asciende hasta la cúspide. Y nos contagiamos. Muchos caímos en esta trampa cultural y nos metimos a inversores en propiedades inmobiliarias pensando que el maná que recibíamos sería eterno. Y podríamos seguir con un sinfín de frustraciones personales, emocionales, derivadas del deseo esquizofrénico de poseer, de consumir, de jugar este juego de la abundancia.

Se necesita otro modelo donde las personas sean lo primero. No basta con salir del paso. Ese pragmatismo hay que dejárselo al PP, para combatirlo y ofrecer una alternativa cívica nacida de la comunicación con la ciudadanía. Porque más allá de que nos hayamos vestido con la piel del consumismo, del todo vale, de la inmediatez insensata, tranquilamente debe pergeñarse un modelo de convivencia basado en el consenso, en la convivencia, en la solidaridad, en la alegría plural.

Cierto que el pragmatismo ha sido más poderoso y ha ganado mil batallas, pero no es mejor que nosotros porque no siente, porque se rige por las tripas del poder a cualquier precio. Por eso hay que combatirlo, por eso necesitamos una revolución cívica, una coevolución ciudadana construida entre todos y todas. Leonardo da Vinci, escribió: "Algunos hombres ven las cosas como son y dicen, ¿por qué? Yo sueño las cosas que nunca fueron y digo, ¿por qué no?". Pues eso, por qué no lo vamos a conseguir.



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