“¿Tú lo vas a pagar? Pues entonces, te callas”. Así de respetuoso se mostraba no hace mucho nuestro alcalde, Torres Hurtado, del PP, con un técnico de la Junta de Andalucía. Otra muestra de sus formas: “Soy chiquitillo, pero no un cobarde”, declaraba en la inauguración del centro We en contestación a la ausencia de la asociación de vecinos de La Chana por no tener arreglado el bulevar y los accesos a dicho centro. Nuestro alcalde es un fiera. Se bate el cobre ante cualquier adversidad y, aunque haya incumplido sus promesas, arremete y se defiende como perro acorralado que saca pecho con dentelladas aquí y allá, caiga quien caiga.
Durante la Asamblea Ciudadana que celebró en junio el PSOE, las vecinas y los vecinos de Granada nos dijeron que el partido socialista parecía dormido, pero con buen criterio también nos pidieron que abandonáramos la confrontación, que fuésemos duros cuando la causa fuese justa pero apostáramos por el diálogo y el acuerdo.
Pese a que esta fue la apuesta mayoritaria, pueden escucharse voces que nos piden que nos pongamos el disfraz de perro acorralado y que nos liemos a dentelladas para defender lo nuestro. Lo nuestro frente a lo de los demás. Lo nuestro como si demonizando a los demás nosotros ganáramos, como si hacer Andalucía no fuese una forma inteligente de hacer más Granada. Es decir, hay quien nos pide que nos liemos a hostias a la primera de cambio con el alcalde del PP, con el Gobierno andaluz, con ZP, con la Comisión Europea, con la ONU y con Dios bendito siempre y cuando sea para defender lo nuestro. Resulta que lo nuestro en esta ciudad y en esta provincia, como en el resto de Andalucía y de España, siempre fue lo de ellos. El alcalde, como siempre hicieron los conservadores en este país, confronta y reparte dádivas después: Una subvención por aquí, una paella gratis por allá. Pero que sepa usted que luego pasaré factura en forma de silencio. Compra, así, Torres Hurtado, el silencio, o lo que es lo mismo, la ausencia de crítica.
La confrontación parece ser la única vía para que crezca el orgullo de los granadinos. Y el alcalde trata de naturalizar este hecho. Igual que el cristiano se confirma, el granadino pasa también por un estado que el antropólogo, V. Turner, llamaba ritos de paso: A ver, usted, si quiere ser granadino, bájese los pantalones que le vamos a medir los cojones; ah, perdón, que es usted una chica..., pues le vamos a medir los ovarios o las mamas. ¿Qué no es científico? ¡Anda ya!, hemos inventado un tensiómetro que mide la presión que sentirá usted cuando nos demos de hostias con el mundo para defender nuestro granadinismo. Claro que la biología, la física, ya ha descubierto que no vivimos en un espacio de competencia absoluto. El conflicto no es la mejor forma de solventar nuestros problemas. Si queremos sobrevivir, y no sólo eso, si queremos mejorvivir, se impone la cooperación. Es la única salida para los retos que nos plantea el siglo XXI. Estar en pie de guerra no es natural, sino un hecho cultural. Con la confrontación estaremos abocados al fracaso. Será pues otro discurso, otro ideario el que no va hacer ganar las próximas elecciones municipales. Será la relación con la gente, la cooperación, la innovación, la alegría..., o no será.