viernes, 16 de noviembre de 2012

K



Como en El castillo, K.
Suelo resistirme a leer la prensa, a ver los noticiarios, tan sólo los escucho sin regularidad. He perdido el interés por la actualidad porque se trata de una actualidad impuesta.
Cada vez me adentro más en la literatura, como una tabla de salvación, como una fuente de conocimiento inimitable.
Ya sabemos que el sistema ha decidido hacer un ajuste, da igual si lo llamamos recorte o no, cuyo efecto es la pobreza. Misteriosamente nos han dicho, -y nos lo hemos creído-, que vivíamos por encima de nuestras posibilidades. Misteriosamente, -y lo dejamos pasar, parece no entrarnos en la cabeza, en el corazón-,  ignoramos que unos pocos, muy pocos, han decidido vivir a nuestra costa: Antes y ahora y mañana.
Misteriosamente hemos comprendido, de ahí la indignación, que los poderes públicos no trabajan para el pueblo, no por traición, sino por dominación. Misteriosamente, pedimos que alguien nos salve, y los partidos progresistas en general, pese a sus errores, pese a entrar en la lógica de la dominación, se empeñan en salvar por sí solos a un conjunto cuya fuerza, misteriosamente derrotada, sólo es fuerte por sí misma.
Una nueva alianza, como en la Biblia, es lo que a mí se me ocurre, más libre, para nada doctrinal.
El ajuste deja una miríada de pobres. La clase media, en su grandeza, en su debilidad, ha comprendido que sólo era una clase asalariada. Todavía se resiste a concebirse como clase trabajadora porque en el imaginario el trabajador, la trabajadora, lleva cuello azul (maldita sociología que etiqueta, maldito lenguaje ideológico que limita, -los tuyos y los míos-).
Si ese ajuste conlleva que nos vayamos del país, es un efecto colateral. Si la gente se queda sin casa, es un efecto colateral. Si las pequeñas empresas no acceden al crédito y despiden trabajadores, es un efecto colateral. Si los gobernantes aprueban medidas inconstitucionales, es un efecto colateral. Si la Justicia, como poder, está aliada con el poder financiero y con la corrupción, es un efecto colateral. Etc., etc.
Porque lo importante para ellos es el ajuste, entregarles, - como pago por una deuda que no vamos a poder pagar-, un suculento negocio a cambio: la educación, la sanidad, los servicios sociales en general (servicios públicos que pagamos con nuestros impuestos que gestionarán las aseguradoras, los bancos. Ya se frotan las manos).
No se trata de resistir solamente, ni de indignarse solamente, ni de manifestarse solamente. Se trata también de construir, de ganar confianza con nuestras fuerzas. Los partidos tienen una responsabilidad, pero también el conjunto de la ciudadanía, a pesar de las discrepancias, de la desconfianza. Una nueva alianza.
El ajuste deja una miríada de pobres, pero este país es mucho más. Pasemos de la queja a la acción. Equivoquémonos, pero es vital que podamos mirarnos a los ojos. Descubramos quién manda en El castillo, empeñémonos como K., aprendamos de su frustración, construyamos sin imitar a K. porque el poder tiene nombres y apellidos. También los nuestros.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Te propongo que dejes de escribir, le ocasionas problemas a mi falta de fe.
Genial Miguel Ángel!, como siempre.
Besos.
Cuca.

BelénPezziMooc dijo...

Totalmente de acuerdo quizás la clave sea la organización de la ciudadanía, la complejidad que ello entraña debido principalmente a que falta tejido participativo y vertebrador de la misma...

Miguel Ángel Madrid dijo...

Sí, Belén, esa es una de las claves. Que sea complejo no quiere decir que sea imposible. Me gusta el término complejidad porque muestra la realidad: no es simple el amor, el trabajo, la familia... Por qué ha de ser simple enfrentarse a la crueldad del sistema.
Gracias por andar por aquí. Saludos

Miguel Ángel Madrid dijo...

No es mi intención de forma directa. Si ocurre... ¡El milagro!