No es un buen libro. Está escrito a modo de anecdotario, con títulos de los capítulos más cercanos al espectáculo que al rigor de ensayo que se le supone a libros de este tipo. Baste como ejemplo el capítulo 7: El hombre que mató a Liberty Valance.
No es perdonable, desde mi punto de vista. Pero así es el periodismo hoy día.
Pese a todo, quiero destacar algunos pasajes:
El Gobierno del PP consagra la doble versión de que la crisis es el resultado del descontrol del déficit público por parte de Rodríguez Zapatero y de que su impacto sobre la economía real se explica como una crisis laboral por el sistema de las relaciones laborales vigente. La realidad, en cambio, es otra. El déficit en el caso de España es el resultado de la crisis y no su origen: la deuda pública es en 2007 una de las más bajas de la eurozona; y el paro, a su vez, es producto de la flexibilidad de los contratos, que responde a las necesidades de la construcción, industria que absorbe gran parte de la creación de empleo durante la burbuja.
El paro es el resultado, según la versión oficial, no de una estructura intrínseca del funcionamiento del sistema capitalista sino del sistema de relaciones laborales o de las opciones individuales en el contexto de las deficiencias del mercado laboral. Según explican los profesores William Mitchell..., y Joan Muysken..., los gobiernos ven para sí mismos, desde hace largo tiempo ya, un papel muy limitado. El de remover lo que estiman que son obstáculos a la creación de empleo; más flexibilidad en el mercado laboral, menos intervención del Estado, mayor responsabilidad individual y un pequeño papel para acciones positivas del Gobierno en promover educación, entrenamiento e innovación. Es decir, los Gobiernos se han apuntado al neoliberalismo puro y duro.
Ya casi al final, Ekaizer habla de la presentación que hizo de Richark Koo, economista jefe del departamento de investigación del banco de inversiones japonés Nomura. Koo le comenta: la impresión que me he llevado de mi viaje a España es que la mayor parte de la gente..., ignoran el hecho de que se encuentran afectados por un virus muy inusual llamado recesión de balance. A diferencia de la recesión clásica, este tipo de crisis es el resultado de una subida del precio de activos (acciones, viviendas) alimentada por un endeudamiento colosal... Es importante recordar la secuencia de la burbuja del crédito y de la vivienda en España. Alemania sufre una burbuja tecnológica en los años 2000 y 2002. Cuando esta pinchaba, el Gobierno alemán rehúye los estímulos fiscales... Es el BCE quien baja los tipos de interés hasta el 2% en 2003, a fin de evitar que la economía alemana se resienta y permitir a los alemanes superar la recesión. Y esta bajada de tipos empuja los flujos de capitales hacia España para financiar la burbuja de la vivienda...
Para Koo, la confusión en España es similar a la crisis de Japón de los 90. Deberíamos aprender que allí la consolidación fiscal, aplicada prematuramente en 1997, frustró la recuperación. El ajuste fiscal de la Eurozona abunda en el agravamiento de la crisis, cuyos efectos en términos económicos y sociales pueden ser devastadores y prolongados.
Bien, y entonces, ¿qué?
lunes, 26 de noviembre de 2012
viernes, 16 de noviembre de 2012
K
Como
en El castillo, K.
Suelo
resistirme a leer la prensa, a ver los noticiarios, tan sólo los escucho sin
regularidad. He perdido el interés por la actualidad porque se trata de una
actualidad impuesta.
Cada
vez me adentro más en la literatura, como una tabla de salvación, como una
fuente de conocimiento inimitable.
Ya
sabemos que el sistema ha decidido hacer un ajuste, da igual si lo llamamos
recorte o no, cuyo efecto es la pobreza. Misteriosamente nos han dicho, -y nos
lo hemos creído-, que vivíamos por encima de nuestras posibilidades. Misteriosamente,
-y lo dejamos pasar, parece no entrarnos en la cabeza, en el corazón-, ignoramos que unos
pocos, muy pocos, han decidido vivir a nuestra costa: Antes y ahora y mañana.
Misteriosamente
hemos comprendido, de ahí la indignación, que los poderes públicos no trabajan
para el pueblo, no por traición, sino por dominación. Misteriosamente, pedimos
que alguien nos salve, y los partidos progresistas en general, pese a sus
errores, pese a entrar en la lógica de la dominación, se empeñan en salvar por
sí solos a un conjunto cuya fuerza, misteriosamente derrotada, sólo es fuerte
por sí misma.
Una
nueva alianza, como en la Biblia, es lo que a mí se me ocurre, más libre, para nada doctrinal.
El
ajuste deja una miríada de pobres. La clase media, en su grandeza, en su
debilidad, ha comprendido que sólo era una clase asalariada. Todavía se resiste
a concebirse como clase trabajadora porque en el imaginario el trabajador, la
trabajadora, lleva cuello azul (maldita sociología que etiqueta, maldito
lenguaje ideológico que limita, -los tuyos y los míos-).
Si
ese ajuste conlleva que nos vayamos del país, es un efecto colateral. Si la
gente se queda sin casa, es un efecto colateral. Si las pequeñas empresas no
acceden al crédito y despiden trabajadores, es un efecto colateral. Si los
gobernantes aprueban medidas inconstitucionales, es un efecto colateral. Si la
Justicia, como poder, está aliada con el poder financiero y con la corrupción,
es un efecto colateral. Etc., etc.
Porque
lo importante para ellos es el ajuste, entregarles, - como pago por una deuda que no vamos a poder
pagar-, un suculento negocio a cambio: la educación, la sanidad, los servicios
sociales en general (servicios públicos que pagamos con nuestros impuestos que
gestionarán las aseguradoras, los bancos. Ya se frotan las manos).
No
se trata de resistir solamente, ni de indignarse solamente, ni de manifestarse
solamente. Se trata también de construir, de ganar confianza con nuestras fuerzas. Los
partidos tienen una responsabilidad, pero también el conjunto de la ciudadanía,
a pesar de las discrepancias, de la desconfianza. Una nueva alianza.
El
ajuste deja una miríada de pobres, pero este país es mucho más. Pasemos de la
queja a la acción. Equivoquémonos, pero es vital que podamos mirarnos a los
ojos. Descubramos quién manda en El
castillo, empeñémonos como K., aprendamos de su frustración, construyamos
sin imitar a K. porque el poder tiene nombres y apellidos. También los
nuestros.
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